¿Qué hacer? (fragmento)Nikolai Chernyshevski
¿Qué hacer? (fragmento)

"María Alexevna se consolaba con estas noticias. Mujer muy vulgar y muy mala, había atormentado a su hija, había estado, dispuesta a matarla, a destruirla para su provecho, y la había maldecido, cuando su plan de enriquecerse se había venido abajo por ella, es cierto. ¿Pero se sigue de allí que no sentía por su hija amor alguno? No se sigue en absoluto. Cuando todo terminó, cuando la hija se escapó de sus manos sin remedio, ¿qué había que hacer? Lo que se perdió, perdido está. A pesar de todo, era su hija. Y ahora, cuando no se podía esperar ninguna ocasión que algún daño a Vera Pavlovna pudiera servir de provecho para María Alexevna, la madre deseaba sinceramente el bien a su hija. Y otra vez, no es que le deseara Dios sabe qué, pero es igual; por lo menos, ella, a pesar de todo, Dios sabe con qué atención la espiaba. Las medidas para seguir a la hija las tomó sólo así, de paso, porque, estarán de acuerdo, no se podía dejar de seguirla; y el deseo del bien era también de paso, porque, estarán de acuerdo, era su hija. ¿Por qué no reconciliarse? Tanto más cuanto que el yerno sinvergüenza, por lo que se ve, es un hombre serio, puede incluso que haga falta con el tiempo. De esta manera, María Alexevna avanzaba poco a poco hacia la idea de reanudar las relaciones con su hija. Tardaría bien medio año o un año más para llegar a eso; no hacía falta tener prisa, el tiempo tiene paciencia. Pero la noticia sobre el general y su mujer de una vez precipitó la historia hacia adelante saltándose la mitad del camino. El sinvergüenza se mostraba realmente un zorro. El estudiante retirado, sin título, con dos perras de dinero, entabló amistad con un general joven, por lo visto, ya muy importante, e hizo amiga de su mujer con la mujer del general. Un hombre así llegará lejos. ¿O era que Vera se hizo amiga de la generala y a su marido hizo amigo con el general? Da lo mismo, eso quiere decir que Vera llegará lejos.
Así que, inmediatamente después de recibir las noticias sobre la visita, el padre fue mandado para comunicar a la hija que la madre la había perdonado y que la invitaba a su casa. Vera Pavlovna y su marido se fueron con Pavel Konstantinych y pasaron allí el comienzo de la tarde. El encuentro era frío y forzado. Hablaron más que de otra cosa de Fedia, porque ese tema no era delicado. Hacía el bachiller; persuadieron a María Alexevna que lo enviara a un internado. Dmitri Sergueich lo visitaría allí y en días de fiesta Vera Pavlovna se lo llevaría con ella. De algún modo aguantaron hasta el té, luego se apresuraron a despedirse: los Lopujov dijeron que ahora tendrían invitados.
Durante medio año, Vera Pavlovna había respirado aire puro, su pecho se desacostumbró por completo de la pesada atmósfera de las palabras astutas de las que cada una de ellas se pronuncia por un interés avaro, se desacostumbró de oír los pensamientos hipócritas, los planes sucios, y le produjo una impresión terrible su sótano. La suciedad, la vulgaridad, el cinismo de toda clase, todo eso le saltaba a los ojos con la brusquedad de algo nuevo. "



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