El mono blanco (fragmento) "Al irse al Este, porque Bicket se iba al Oeste, se repitió la máxima: «La piedad es una bazofia. La piedad es una bazofia». Luego tomó un autobús y emprendió el regreso, pasando por Saint Paul. Al asomarse cautelosamente, vio a Bicket que inflaba un globo; poco se divisaba de su rostro o figura detrás de aquella rosada circunferencia. Al acercarse a la calle Blake sintió una invencible repugnancia por el trabajo y siguió hasta Trafalgar Square. Bicket le había agitado el alma. El mundo solía ser casi inverosímilmente alegre. ¡Bicket, Wilfrid y el Ruhr! «¡El sentimiento es algo absurdo! ¡La piedad es una bazofia!». Michael se apeó de su autobús y pasó junto a los leones, camino de Pall Malí. ¿Entraría en el Snooks y preguntaría por el barón? Era inútil. Allí no encontraría a Fleur. Esto era lo que quería en realidad: ver a Fleur de día. Pero… ¿dónde? Se la podía encontrar en todas partes, y esto significaba no encontrarla en ninguna. Fleur era impaciente. ¿Sería por su culpa? Si él hubiese sido Wilfrid… ¿sería impaciente Fleur? «Sí —pensó, intrépidamente—. También Wilfrid es impaciente». Todos ellos eran impacientes… toda la gente que él conocía. Por lo menos, los jóvenes… en la vida y en las letras. ¡En sus novelas, por ejemplo! Apenas si uno por cada veinte tenía algún descanso, algo de eso que lo inducía a uno a buscar refugio en un libro. Se precipitaban y farfullaban y se deslizaban y pasaban como un relámpago, cual motocicletas… ¡eran violentos e inteligentes! ¡Qué cansado estaba él de su inteligencia! A veces le llevaba unos originales a Fleur para pedirle su opinión. Recordaba que ella le había dicho en cierta ocasión: «Esto es idéntico a la vida, Michael, pasa como un relámpago… no se demora en ningún objeto el tiempo suficiente para significar algo en alguna parte. Desde luego, el escritor no se ha propuesto escribir una sátira, pero si lo publicas te aconsejo que le agregues estas palabras en la portada “Una horrible sátira sobre la vida moderna”. Y ellos lo habían hecho. Por lo menos, habían estampado: “Una maravillosa sátira sobre la vida moderna”». ¡Fleur era así! Advertía la prisa, pero, como el autor de la maravillosa sátira, no sabía que ella misma cambiaba de rumbo y se apresuraba o… ¿o lo sabía? ¿Tendría Fleur conciencia de que vencía a la vida, como una llama al aire? " epdlp.com |