La resurrección de Clotilde Goñi (fragmento)Luis Mario Schneider
La resurrección de Clotilde Goñi (fragmento)

"Sí, porque la gente piensa que las monjas jamás fueron niñas, que jugaban como todos, que les gustaba el cine, las fiestas de cumpleaños, las escapadas, los caramelos disfrutados a escondidas, el circo con sus fieras rugientes y los payasos con movimientos de monos y sus voces extrañas y los trapecistas creando el vértigo bajo un silencio trágico. Porque se piensa, como esa mujer de hace un rato, que somos monjas desde la cuna, que ya tenemos este color amarillo transparente desde que nacemos. No suponen que palpitamos y corremos y deseamos y lloramos y nos reímos al mismo tiempo, como cualquier niño que sabe su edad. Lo que cambia a veces son las circunstancias, las relaciones, las familias, las condiciones o los nombres. La vocación viene después, un poco entrando la adolescencia, cuando empezamos a necesitar la justificación de las cosas, a precisar de una persona o de algo que nos diga las razones del mundo. Y de tanto exigir y de tanto querer amar, el Señor se apiada de nuestro desconcierto y nos va eligiendo despacito sin que nos demos bien cuenta hasta que un día se nos hace todo claro, un momento basta para que Dios nos ilumine con su gracia y nos reconozcamos interiormente que a partir de ese segundo ninguna otra resolución sobrepuja en importancia a la consagración a Él. El Señor te ha invitado para que le sigas, te ha llamado a su intimidad, su elección ha caído sobre ti. Es el instante de más honor y distinción que se puede sentir en la vida. Pero de allí que tengamos que aparecer a los ojos del mundo como gente extraña y amorfa es una injusticia y una falta de comprensión absoluta. Allí está esa mujer de hace un rato planteándome su insinceridad y sus pasiones viles, sus ambiciones y su egoísmo. Porque mira que especular con una muchacha honesta, que a lo mejor ha sido elegida por el Señor, no sólo no tiene perdón de Él, sino que sería legitimo que se prendiera fuego en la misma morada del demonio, que se cocinara en su misma caldera, porque gente como ésa sólo ocupa lugar en el mundo para el mal. Después, sale con que el muchacho es bien educado, pero, por Dios, piensa que sólo por ello su sobrina debe amarlo humanamente. Qué confusión. Primero, el verdadero amor y hasta diría que la palabra amor sólo existe en Dios, y segundo, que la atracción dictada y reglamentada por Satanás, la corporal, sólo trae sinsabores y soledad angustiosa. El amor colmado sólo está en Dios, con Él y en Él se realiza la plenitud, porque su cariño es ternura, tranquilidad, comprensión, pasión espiritual, alejada de toda satisfacción pervertida y sensorial. Más tarde, esa pobre víctima endemoniada parecía querer decir que porque la muchacha era bonita no estaba en su condición entrar al servicio de Dios Nuestro Señor. Háyase visto más desconcierto y más extravagancia. Aquí estoy yo para probarlo y desmentir sus arbitrariedades. Recuerdo que los amigos y los parientes me decían: pero Clotilde, tú tan guapa ¿cómo te vas a meter de monja?; pero Clotilde, con ese cabello y esos ojos y esa boca ¿te vas a hacer monja? Eso me decía casi todos los días mi prima Aurelia, la misma que ahora está en la misión en Brasil con el nombre de Inés de Jesús. Sí, no había quién no me estuviera reclamando que por qué tenía intención de abandonar el siglo, siendo tan guapa y tan simpática. Hasta, aquel jovenzuelo que me traía entre ojos se atrevió una vez a preguntarme que cómo era posible que entrara al servicio de Dios Nuestro Señor. Me acuerdo que me habló largo toda una tarde cuando venía de traer a los niños del parque. ¿Cómo era que se nombraba? Ah sí, se llamaba Juan Blas y tenía el rostro salpicado de pecas. Me habló y me dijo: Me han comentado, Clotilde, que vas a ingresar al convento y sobre esta tu resolución deseo hablarte con seriedad y sinceridad. No, no hagas ningún comentario, quiero ser yo el que hable. Creo que no te ha pasado por alto que tú me gustas, que guardo especial predilección por ti, que entre todas las muchachas con las que solemos salir, tú eres la que más me atrae y hasta podría decirte que tengo por ti un gran cariño, todo ello con gran respeto. Ahora lo que quiero proponerte es ver de qué forma podríamos formalizar un poco más nuestras relaciones. Estoy decidido a ir a conversar con tus patrones o, si a ti te parece conveniente, con tus tíos para la autorización de nuestro entendimiento. "


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