Un empeño caballeresco (fragmento) "En el curso de los días siguientes, sin necesidad de formular preguntas, y limitándose a escuchar y a unir diversos fragmentos de conversaciones, Gewinner llegó a saber un conjunto de hechos que explicaban los cambios observados en la ciudad, tales como aquel consistente en que la fábrica de baterías «Diablo Rojo», propiedad de su padre, hubiera sido transformada en una entidad llamada «El Proyecto», y que este «Proyecto» estuviera ocupado día y noche en la fabricación de una maravillosa y misteriosa arma de destrucción. El número de individuos empleados en «El Proyecto» era superior al de la población de la ciudad, en los tiempos en que Gewinner inició sus viajes. Hordas de científicos, técnicos, militares de alta y baja graduación, agentes del servicio de contraespionaje, obreros altamente especializados y obreros normales y corrientes, en cargos que ocupaban toda la escala jerárquica, trabajaban en las operaciones propias de «El Proyecto». Tal como dijo Violet, «El Proyecto» no sólo era grande, sino también el más grande de los proyectos, sin la menor exageración. El personal de «El Proyecto» y sus familias se alojaban en unas viviendas de cemento, nuevas y de estructura cúbica, denominadas «Alegría del Sol», y a su alrededor habían surgido numerosos comercios, grandes y pequeños, para satisfacer las necesidades de aquella gente, y proporcionarles sanos placeres, comercios que casi todos tenían nombres igualmente alegres, como «La Favorita», «Arco Iris», y «Pájaro Azul». Uno de estos nuevos comercios, ni muy grande ni muy pequeño, era el parador de automovilistas llamado «El Muchacho Alegre», y se encontraba en una esquina, diagonalmente opuesto a la mansión familiar de los Pearce. Este parador fue lo que provocó, en Gewinner Pearce, con más fuerza que cualquiera de las restantes vulgaridades surgidas en su ciudad durante su ausencia, la sensación de haber sido injuriado personalmente. El parador había sido construido en terrenos propiedad de los Pearce. Braden, el hermano menor de Gewinner, lo había arrendado, por un plazo de noventa y nueve años, a un compañero de adolescencia cuyo retrato en neones dorados sonreía y reía soltando grandes carcajadas, a intervalos de diez segundos, desde el ocaso hasta medianoche. Hay que tener en cuenta que aquella era la más distinguida calle residencial de la ciudad, y que el carcajeante retrato al neón del dueño del parador, se encontraba casi frente a la mansión de los Pearce. Gewinner, desde luego, jamás se había hecho falsas ilusiones acerca de la dignidad y elegancia de la casa de sus mayores, pero no por ello dejaba Gewinner de ser un Pearce, y el retrato al neón de «El Muchacho Alegre» le parecía una ofensa personal. Aquel retrato reía a carcajadas tan sonoras que superaban todos los sonidos, salvo los más ruidosos pasajes de la música sinfónica que Gewinner ponía por la noche en su aparato de alta fidelidad, a fin de calmar sus nervios. Además de las carcajadas, también había que contar con los bocinazos de los automóviles cuyos conductores pedían, desde el amanecer hasta medianoche, que les sirvieran inmediatamente artículos tales como hamburguesas gigantes, costillas a la parrilla, maltas, bebidas de cola, cafés, etc. Quienes atendían a los automovilistas eran muchachas que a veces perdían el dominio de sus nervios, afectados por la constante presión de su tarea, y padecían ataques histéricos acompañados de gritos. Además, bastante a menudo, también se oía la quejumbrosa sirena de una ambulancia o de un automóvil policial, o ambas al mismo tiempo. " epdlp.com |