Más allá del espectro (fragmento)Morgan Robertson
Más allá del espectro (fragmento)

"Metcalf mantuvo su consejo, y en dos semanas llegó la declaración de guerra de Japón, en un brevísimo comunicado a las altas esferas en Washington. Al día siguiente, los periódicos ardieron con noticias enviadas vía San Petersburgo y Londres de la partida de la flota Japonesa desde su puerto base, sin saberse la dirección que llevaba —con toda probabilidad iba hacia las islas Filipinas o hacia el Archipiélago de Hawái—. Pero cuando al día siguiente llegó a San Francisco un torpedero al mando del cocinero, con el ranchero en el timón, el conservatismo fue mandado a paseo y se ofrecieron enganches para enlistamiento en las filas de la Naval, mientras se hacían comisiones tan rápido como pudieran ser firmadas y dadas a cualquier candidato, aún cuando sólo conociera de yates. Y el cirujano George Metcalf, con rango de subteniente, fue asignado al torpedero en cuestión, y con él, en el cargo de oficial ejecutivo, un joven graduado de la Academia, el alférez Smith, en quien se combinaban el entusiasmo y el coraje de la juventud con la mediocridad de la inexperiencia y un prejuicio bastante activo del Servicio contra los civiles.
Este prejuicio se conservó plenamente, invariable por la desesperada situación del país, y los jóvenes oficiales que habían resultado ilesos ocuparon posiciones subordinadas en el gran barco, y mientras lo felicitaban abiertamente, negaban su derecho moral a un mando que otros hubieran merecido más por permanecer en el Servicio; y las viejas bromas, chanzas y referencias satíricas a las jeringas y esparadrapos arremolinados alrededor de su cabeza volvieron a salir a flote mientras él iba de aquí para allá, armando su buque y surtiéndolo con suministros. Y cuando supieron —por obra del señor Smith— que entre estos suministros había una gran variedad de gafas planas que no tenían ninguna característica especial, el ridículo fue unánime y profundo; incluso los periódicos admitieron, tomando el caso desde el punto de vista inicial, que la línea del deber comenzaba a rayar entre lo lunático y lo estúpido. Pero el teniente Metcalf se limitó a sonreír, siguiendo adelante, pidiendo y recibiendo órdenes de explorar. "



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