Sobre las ensoñaciones del paseante solitario (fragmento)José Luis Martín Abril
Sobre las ensoñaciones del paseante solitario (fragmento)

"Rousseau fue un hombre lleno de desdichas, unas reales, otras imaginativas, que en estos relatos gozan de la máxima melancolía y hasta belleza. Bien es verdad que era un cultivador de los dolores íntimos. Nos habla en los Paseos de los perseguidores con profundo desdén. Y, en realidad, se trataba de un solo perseguidor: la vida. Era un ser sumamente incomprendido y no siempre bien tratado. Antes de tiempo, es decir, en vida, tras el accidente que sufre el refinado pensador, es considerado muerto. Y hasta Voltaire exclama: «Jean-Jacques ha hecho muy bien muriéndose». No era cierto. Rousseau seguía admirando crepúsculos, componiendo rotundas frases para la Historia, gozando quimeras y enamorándose todos los días de la belleza del tiempo que el escritor no amaba nada más que dentro de las tristezas. Así se recrea Rousseau. Y leyendo insistentemente a Plutarco. Y practicando el mejor de los ocios. «En esta holganza de cuerpo mi alma está aún activa, produce aún sentimientos, pensamientos». Y junto al análisis de la verdad, de la mentira, de la desesperación, de la infidelidad, el color del humilde detalle: «En una esquina del bulevar, a la salida de la Barrière d´Enfer, se instala diariamente en verano una mujer que vende frutas, tisana y panecillos».
Los diez Paseos de Rousseau -ensoñaciones y lagos- introducen en las vidas un singular espectáculo de alas, de pájaros, de suspiros sostenidos por la potencia de una filosofía hermosamente neurótica, tanto en el amor como en el desprecio. Se examina a sí mismo y considera que los demás filósofos lo son de lo ajeno. Y siente pena. "



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