Evelina (fragmento)Fanny Burney
Evelina (fragmento)

"No pensé que mereciera la pena contestar esta impertinencia y, obligada, las seguí por un largo paseo que apenas estaba iluminado.
Para cuando llegamos al final, un numeroso grupo de caballeros que parecían muy alborotados y que gritaban mucho, venían apoyándose los unos en los otros, riéndose estrepitosamente, y tirándose de repente tras los árboles; entonces se dieron de bruces contra nosotras y uniendo las manos nos encerraron formando un círculo que primero nos impidió el paso y después nos hizo retroceder, por lo que nos encontramos completamente rodeadas. Las señoritas Branghton se pusieron a gritar y yo me asusté muchísimo; nuestros gritos fueron contestados con fuertes carcajadas y por algunos minutos permanecimos aprisionadas, hasta que uno de ellos, de forma muy grosera, me agarró diciéndome que era una criatura preciosa.
Asustada de muerte, forcejeé con tal vehemencia para desembarazarme, que finalmente lo conseguí, a pesar de sus esfuerzos por retenerme; e, inmediatamente, y con una rapidez que sólo el miedo pudo darme, volé más que corrí a lo largo de la calle, con la esperanza de garantizar mi seguridad dirigiéndome hacia la luz y al grupo que tan tontamente habíamos abandonado; pero antes de que pudiera cumplir mi propósito, me encontré con otro grupo de hombres, uno de los cuales se interpuso en mi camino.
[...]
No contesté, pero apretando el paso, me fui silenciosa y malhumorada, hasta que el más impetuoso de los hombres me arrebató la mano con violencia, suplicándome que le perdonara con tales ruegos y tal vehemencia que, meramente por librarme de sus impertinencias, me vi obligada a hablarle y concederle el perdón que me rogaba; no obstante, se lo concedí de muy mala gana, aunque, realmente, no supe cómo resistirme a la humildad de sus súplicas; sin embargo, nunca recordaré los motivos de irritación que me ha dado, sin renovar mi indignación.
Pronto llegamos al centro del gentío, y estando mi seguridad garantizada, he comenzado a sentirme muy inquieta por las señoritas Branghton; yo sabía que había que temer por su seguridad, pues el peligro había sido fruto imprudente de su propia insensatez. Con esta consideración todo mi orgullo se desvaneció, y decidí buscar al grupo a toda prisa; aunque no sin un suspiro lamenté el intento infructuoso que había hecho después de la ópera, encubriendo a este hombre los infelices parentescos que ahora me veía obligada a revelar.
Me apresuré, por tanto, hacia el salón, con idea de enviar al joven Branghton en ayuda de sus hermanas. Al poco tiempo vi a madame Duval y los demás admirando una de las pinturas. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com