El que merodea en la lluvia (fragmento)Hugo Correa
El que merodea en la lluvia (fragmento)

"Por suerte Ronaldo enfocó el asunto desde otro ángulo. Salvador siguió interrogándolo, tratando de quitarle trascendencia a su curiosidad, formulando las cuestiones al desgaire, para que Ronaldo no se ente­rase de su completa ignorancia. Ímproba tarea la de obtener una relación hilvanada a través del sirviente: sus recuerdos, asaz vagos, los exponía en forma enre­vesada. El hombre ignoraba los motivos del extran­jero para venir a El Guindo. Únicamente sabía que llegó casi junto con Celinda. ¿Cómo se las ingeniaron para no despertar los recelos de los guíndanos? Salva­dor recordaba que para llegar al rancho se precisaba pasar frente al caserío. Minutos después comprobó que aquello era fácil de eludir: medio kilómetro antes del villorrio empalmaba con la carretera una huella abrupta, la cual descendía describiendo zigzag hasta el fondo de una hendidura boscosa; en seguida trepa­ba por la ladera del monte entre espesa vegetación, hasta rematar en un claro rodeado de árboles, donde estaban los restos de un aserradero. El rancho se aliaba a dos cuadras de allí. Para alcanzarlo se necesi­taba remontar un sendero de cabras, disimulado por matorrales y bosquecillos. De ese modo Celinda visitó cuantas veces quiso a su amado sin que en El Guindo nada maliciasen. A las diez de la noche, cuando todos dormían tanto en el poblado como en casa de don Carlos, Ronaldo la llevaba en el jeep hasta el aserra­dero, donde el extranjero la esperaba. Esto se repitió durante un mes, casi noche por noche, pues sólo en contadas ocasiones Celinda dejó de acudir. "


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