El que merodea en la lluvia (fragmento) "Por suerte Ronaldo enfocó el asunto desde otro ángulo. Salvador siguió interrogándolo, tratando de quitarle trascendencia a su curiosidad, formulando las cuestiones al desgaire, para que Ronaldo no se enterase de su completa ignorancia. Ímproba tarea la de obtener una relación hilvanada a través del sirviente: sus recuerdos, asaz vagos, los exponía en forma enrevesada. El hombre ignoraba los motivos del extranjero para venir a El Guindo. Únicamente sabía que llegó casi junto con Celinda. ¿Cómo se las ingeniaron para no despertar los recelos de los guíndanos? Salvador recordaba que para llegar al rancho se precisaba pasar frente al caserío. Minutos después comprobó que aquello era fácil de eludir: medio kilómetro antes del villorrio empalmaba con la carretera una huella abrupta, la cual descendía describiendo zigzag hasta el fondo de una hendidura boscosa; en seguida trepaba por la ladera del monte entre espesa vegetación, hasta rematar en un claro rodeado de árboles, donde estaban los restos de un aserradero. El rancho se aliaba a dos cuadras de allí. Para alcanzarlo se necesitaba remontar un sendero de cabras, disimulado por matorrales y bosquecillos. De ese modo Celinda visitó cuantas veces quiso a su amado sin que en El Guindo nada maliciasen. A las diez de la noche, cuando todos dormían tanto en el poblado como en casa de don Carlos, Ronaldo la llevaba en el jeep hasta el aserradero, donde el extranjero la esperaba. Esto se repitió durante un mes, casi noche por noche, pues sólo en contadas ocasiones Celinda dejó de acudir. " epdlp.com |