El peso falso (fragmento) "Anselm Eibenschütz se encontraba de un talante extraño: pensaba con compasión, hasta con verdadera tristeza, en el pobre Jadlowker; sin embargo, al mismo tiempo, no podía disimular que los dos años de presidio que le habían caído a Jadlowker a él lo alegraban mucho. No sabía muy bien por qué, o sabía muy bien por qué y no quería confesárselo. Luchaba consigo mismo al respecto, es decir, sobre si debía confesarse o no lo que sabía muy bien. Durante el camino, el guardia de la gendarmería Slama parecía decir toda clase de cosas tontas. Nunca antes —le parecía a Eibenschütz— había dicho Slama tantas tonterías. La noche había caído ya. Ellos iban por la carretera ancha y arenosa entre dos bosques. Iban hacia el oeste. El sol poniente, rojizo y benévolo, les daba directamente en los ojos, cegándolos. A ambos lados del camino relucían los abetos de las lindes del bosque, por decirlo así desde dentro, como si hubieran bebido el oro rojizo del sol y lo irradiaran ahora. Se oía el incansable silbar, trinar, gorjear y cantar de los pájaros, y se olía el áspero olor de la resina, implacablemente dulce y acre, que brotaba de los dos bosques infinitos. Aquel perfume era áspero y dulce y amargo a la vez. Al inspector Eibenschütz lo excitaba, y acariciaba suavemente con el látigo el flanco derecho del caballo para acicatearlo. ¿Acicatearlo para qué? ¿Adónde corría? ¿A casa? ¿Tenía una casa? ¿Tenía todavía una casa? ¿No había un crío que chillaba por su casa? ¿El crío de Nowak...? ¡Ay, pobre inspector de pesas y medidas! Desnudo, totalmente desnudo se imaginaba estar Eibenschütz, le parecía como si el Destino lo hubiera desnudado. Se avergonzaba, y lo peor era que realmente no sabía de qué se avergonzaba. Si antes había acicateado al caballo blanco, ahora se esforzaba por frenar su galope. Brillaban ya las estrellas en el cielo, muy lejanas y totalmente incomprensibles. De vez en cuando, Eibenschütz levantaba la vista. Trataba de encontrar un consuelo, de congraciarse con ellas de algún modo. En años anteriores nunca les había prestado atención, ni mucho menos amado. Ahora le parecía de repente como si hubieran participado siempre en su vida, de lejos, desde luego, pero participado de todas formas, como a veces participan los parientes muy lejanos. " epdlp.com |