Expiación (fragmento)Ian McEwan
Expiación (fragmento)

"Empezó a trotar por la hierba y pensó que podría seguir así toda la noche, cortando el aire sedoso, impulsada por la espiral acerada de la tierra dura bajo sus pies y por la forma en que la oscuridad doblaba la impresión de velocidad. Tenía sueños en los que corría así y luego brincaba hacia adelante, extendía los brazos y, cediendo a la fe —la única parte difícil, pero facilísima en el sueño—, abandonaba el suelo simplemente despegando de él, y volaba raso sobre los setos y cancelas y tejados, para luego ascender y quedarse exultantemente suspendida debajo de la capa de nubes, encima de los campos, antes de iniciar el descenso. Ahora intuía que aquello era factible gracias a la sola fuerza del deseo; el mundo sobre el cual corría la amaba y le daría lo que ella deseaba, y lo haría posible. Y, cuando lo hiciera, ella lo describiría. ¿No era escribir una especie de vuelo, una forma asequible de vuelo, de imaginación, de antojo?
Pero había un maníaco rondando en la noche con un corazón oscuro e insatisfecho —ella ya le había frustrado una vez— y debía mantener los pies en la tierra para describirle también a él. Primero tenía que proteger de él a su hermana, y después encontrar medios de evocarle sin riesgo por escrito. Briony redujo el paso hasta un ritmo de paseo y pensó que él debía de odiarla por haberle interrumpido en la biblioteca. Y aunque la horrorizaba, era otra novedad, una aurora, otra primera vez: que la odiase un adulto. Los niños odiaban generosa, caprichosamente. Apenas importaba. Pero ser objeto de un odio adulto era una iniciación en un mundo nuevo y solemne. Era una promoción. Él quizás hubiese desandado el camino y la estaba esperando detrás del establo con propósitos homicidas. Pero ella procuraba no tener miedo. Le había sostenido la mirada en la biblioteca mientras su hermana pasaba de largo junto a ella, sin dar una muestra visible de gratitud por haberla liberado. Briony sabía que no se trataba de gratitud, que no era cuestión de recompensas. En materia de amor desinteresado, no era necesario decir nada, y protegería a su hermana incluso si ésta no reconocía la deuda. Y ahora Briony no podía temer a Robbie; mucho mejor era que él se convirtiese en su objeto de aborrecimiento y repulsión. Ellos, la familia Tallis, le habían proporcionado toda clase de cosas agradables: el propio hogar en que había crecido, innumerables viajes a Francia, el uniforme y los libros escolares, y después Cambridge; y, a cambio, él había empleado aquella palabra terrible contra su hermana y, en un abuso tremendo de la hospitalidad, había utilizado asimismo su fuerza contra ella, y se había sentado con toda su insolencia en la mesa familiar como si todo siguiera igual que siempre. "



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