El contador de historias (fragmento)Rabih Alameddine
El contador de historias (fragmento)

"La tía Samia adoraba e idolatraba a su madre. Según ella, no había nada que la abuela hiciera mal. Dios, con todo Su gran poder, creó el mundo en seis días y en el séptimo se concentró en Nayla. Era la mujer más virtuosa de la historia, la más devota, la más inteligente, la más pon-el-adjetivo-ideal-que-desees. Mi pobre, pobre abuela Nayla, huérfana de nacimiento, casada con un hakawati en constante bancarrota, se las apañó para criar a la familia perfecta y proporcionar a sus hijos un entorno lleno de amor. La tía Samia imitaba a su madre hasta en el menor movimiento, modelando la propia personalidad a su imagen y semejanza. Aprendió a preparar las mismas comidas, a tejer las mismas telas, a hacer los mismos patrones en punto de cruz. Siempre que se acordaba, la tía Samia pronunciaba las eses como lo hacía mi abuela, salpicando de gotas de saliva a su interlocutor. Por suerte rara vez se acordaba, y no volvió a hacerlo después del fallecimiento de su madre.
Y la tía Samia compartió con la abuela, y con la bisabuela, un mismo adversario: nada más y nada menos que la malvada Sitt Hawwar, la esposa del constructor, que cometería los actos más nefastos en su contra. La tía Samia había creído que terminaría sus días al lado de su madre, ya que permanecía soltera cuando ya había superado con creces la edad de merecer.
[...]
Al día siguiente el mercader fue al bazar y compró un loro magnífico y una urraca. Encargó a su esposa que confiara en ambos pájaros siempre que tuviera que tomar una decisión. Luego amenazó a las aves con una muerte atroz si permitían que su esposa le traicionara. Y partió de viaje. Pasaron semanas, meses, y el mercader prolongó su expedición durante más y más tiempo. Un día, mientras la atractiva esposa tendía la colada en la azotea, se percató de una procesión real que pasaba por la calle. Vio a un apuesto príncipe montando un corcel y su corazón latió de amor y deseo. El príncipe levantó la vista por casualidad y quedó prendado de la belleza de aquella dama rubia. Al regresar al castillo envió a una vieja a casa de la dama con una invitación a su palacio para aquella noche, que la dama aceptó de buena gana. Tras vestirse con sus mejores galas y ponerse sus más preciadas joyas, la dama se enfrentó a los pájaros. "



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