En medio de ninguna parte (fragmento) "Me ha dejado. Yazgo exhausta mientras el mundo da vueltas y más vueltas alrededor de mi lecho. He hablado y me ha hablado; he tocado y me ha tocado. Por lo tanto, soy algo más que el mero rastro de esas palabras que me atraviesan la cabeza camino de ningún lugar, procedentes de ninguna parte, un rayajo de luz recortado sobre la vacuidad del espacio, una estrella fugaz (cómo rezuma en mí la astrología esta noche). Así pues, ¿cuál es la razón de que no me dé la vuelta sin más ni más y me duerma tal como estoy, vestida de los pies a la cabeza, para despertar por la mañana, fregar los platos, asearme y esperar mi recompensa, que sin duda ninguna ha de llegar, si es que la justicia es dueña y señora del universo? Y, viceversa, ¿cuál es la razón de que no termine por dormirme dándole vueltas y más vueltas a esa interrogación, es decir, por qué no me duermo tal como estoy, vestida de los pies a la cabeza? La campanilla de la cena está en su sitio, sobre el aparador. Habría preferido algo de mayor tamaño, una campana panzuda y rechoncha, retumbante, la campana de la escuela; tal vez en algún rincón del desván esté arrumbada la vieja campana de la escuela, cubierta por una gruesa capa de polvo, a la espera de su resurrección, si es que alguna vez hubo de veras una escuela; ahora, sin embargo, no tengo tiempo para ponerme a buscarla (aunque ¿no se les subiría el corazón a la garganta si oyeran de pronto el escabullirse de los ratones, el batir de alas de los murciélagos, el paso fantasmal del vengador sobre su lecho?). Silenciosa como un gato, descalza, ahogando todo ruido, avanzo por el pasillo y arrimo el oído al ojo de la cerradura. Todo está en silencio. ¿Yacen con la respiración contenida, contenido el aliento en los pechos de ambos, a la espera de que haga yo mi jugada? ¿O yacen despreocupados el uno en brazos del otro? ¿Es así como se hace, con movimientos tan minúsculos que no los capta ningún oído, como dos moscas pegadas una con otra? La campana emite un tintineo continuo, acogedor. Cuando me canso de agitarla con la mano derecha, sigo con la izquierda. Me siento mejor que la última vez que estuve aquí. Estoy más tranquila. Empiezo a tararear, al principio acompañada con la campana, pero luego doy con el tono y sigo sola. Pasa el tiempo, una neblina que se adelgaza, se espesa y se la traga al fin la oscuridad. Lo que considero dolor, aunque no es más que soledad, empieza a apartarse de mí. Se me deshielan los huesos de la cara, vuelvo a ablandarme, un blando animal humano, un mamífero. La campana ha dado con su medida, cuatro golpes suaves, cuatro golpes fuertes, y con esa medida empiezo a vibrar, primero los músculos mayores, luego los más sutiles. Mis penurias me abandonan. Minúsculos bichos que salen de mí y se esfuman. " epdlp.com |