La luna y seis peniques (fragmento)William Somerset Maugham
La luna y seis peniques (fragmento)

"¿Quién soy yo para descifrar las misteriosas complicaciones del sexo? Quizás la pasión de su marido excitaba, sin satisfacerla, esa parte de su naturaleza, y ella odiaba a Strickland porque sentía que él poseía el poder de darle lo que hacía falta a su modalidad material. Creo que fue sincera cuando se opuso al deseo de su marido de llevar a Strickland al taller. Tal vez le temía, sin saber por qué, y recuerdo que presentía un desastre. Es posible que el horror que tenía al pintor no era más que el reflejo del que se tenía a sí misma al sentirse perturbada ante esa presencia salvaje y descuidada, grande y fuerte, con sensualidad en la boca y desprecio en los ojos. Era inevitable amarlo u odiarlo, y ella lo odiaba.
Pienso que después, la diaria intimidad con el enfermo debió haberla conmovido extrañamente. Le levantaba la cabeza para alimentarlo y la sentía pesada en la mano; después debía secarle la boca sensual y la barba roja. Debió lavarle los brazos y las piernas cubiertas por un vello espeso. Y al secarle las manos, las hallaba fuertes y vigorosas a pesar de la debilidad del enfermo. Sus dedos largos, dedos hábiles y creadores de artista, quién sabe qué pensamientos perturbadores habrán despertado en ella. El enfermo dormía muy tranquilamente, sin moverse, parecía muerto, y ella pensaba en los ensueños que él estaría soñando. ¿Soñaría con ninfas que corrían por los bosques de Grecia perseguidas por un sátiro? Ella huía entonces desesperada, con pie alado, pero cada vez lo sentía más cerca, hasta que el aliento del perseguidor le calentaba la nuca... Seguía huyendo, y él, tenaz y silenciosamente, la acosaba, y cuando al fin la alcanzó, ¿Fue terror o éxtasis lo que sintió su corazón? "



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