La madre del capitán Shigemoto (fragmento)Junichiro Tanizaki
La madre del capitán Shigemoto (fragmento)

"Atormentado por el amor y la desesperación, Kunitsune todavía vivió tres años y medio después de que le arrebataran a su mujer. Hablaremos de ese tiempo con algún detalle en la parte referente a Shigemoto. Traslademos ahora la narración al tema de Heijū, que aquella noche depositó el poema de la «muda azalea» en el carruaje de Shihei.
Como a Kunitsune, aunque no en la misma medida, a Heijū le quedó un sabor amargo. Todo había empezado aquella noche invernal del año anterior, durante una visita a la mansión de Hon’in. Interrogado por el ministro de la Izquierda a propósito de la esposa del consejero, Heijū se había dejado llevar por el entusiasmo y había hablado demasiado. Sólo podía culparse a sí mismo y a su indiscreción. Aparte de considerarse «el mayor seductor de la época», era un atolondrado, y Shihei le había provocado con astucia hasta que lo destapó todo; pero si hubiera previsto que Shihei podía hacer algo tan descarado, no habría revelado tantas cosas. Temió entonces que el ministro de la Izquierda, que no era ningún aficionado en amores, cometiera alguna fechoría por lo que había oído de la esposa del consejero, pero se tranquilizó diciéndose que el ministro más encumbrado de la corte, a diferencia de un don nadie como él, no podía salir cualquier noche para meterse en casa ajena y colarse de rondón en la alcoba de una señora. No, esa clase de hazaña era mucho más fácil para un subcomandante de la Guardia Militar. Y por tanto ni se le ocurrió pensar que el ministro pudiera tener la desfachatez de raptar a la esposa de otro hombre a la vista de todo el mundo. Una mujer engaña a su marido, un marido engaña a su mujer, los amantes hacen planes insensatos, se meten en aguas turbulentas y saborean la pasión de una cita clandestina: en eso estaba lo fascinante del amor para Heijū. Aprovecharse del rango y la autoridad para arramblar con lo ajeno era una vulgaridad sin más, nada de lo que presumir. La inicua conducta del ministro no sólo significaba humillar a otros y pisotear los principios sociales, sino saltarse el código de los que seguían la senda del amor, y por consiguiente descalificaba a Shihei como seductor. Esas reflexiones dejaron en Heijū un poso desagradable. Además de ser perezoso, como suelen ser los hombres muy amados por mujeres, era también tolerante, afable y reacio a incomodarse; pero lo que había hecho Shihei le enfureció como nada le enfureciera hasta entonces. "



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