Jan Karski (fragmento)Yannick Haenel
Jan Karski (fragmento)

"Esta manera de empezar su narración lo protege de las emociones; podría decirse que es el inicio de Dante, pero también de una novela de espionaje. Explica que se hizo saber a los jefes judíos de Varsovia que él partía para Londres, y se organizó un encuentro «fuera del gueto». De inmediato se comprende que es de eso de lo que va a hablar: del gueto de Varsovia. Dice que eran dos jefes: un responsable del Bund, el partido socialista judío, y un responsable sionista. No dice cómo se llamaban ni dónde se realizó el encuentro. Sus frases son cortas, directas, rodeadas de silencio. Dice que no estaba preparado para este encuentro. Que su trabajo en Polonia lo mantenía muy aislado. Que tenía escasa información. En cada una de sus palabras se perciben huellas del impedimento de un principio, cuando abandonó la escena. Incluso parecería que todas responden a la imposibilidad de hablar. Jan Karski es incapaz de desempeñar el papel de testigo que le asignan, y aun así lo desempeña, mal que le pese. Si la voz se le ha quebrado al empezar es justamente porque lo que tiene que decir sólo puede decirse con la voz quebrada.
[...]
Lo que querría es resguardarse de sus propias palabras, de lo que éstas están a punto de revelar. No desea que sus palabras lo expongan otra vez al contenido de su relato: no desea revivirlo. Por eso insiste tanto en la distancia: «Yo no era de allí, no formaba parte de aquello», dirá. Jan Karski dice que los dos hombres le describieron «lo que les ocurría a los judíos». Repite que él no estaba al corriente. Le explicaron que Hitler estaba exterminando a todo el pueblo judío. No se trataba sólo de los judíos polacos, sino de los judíos de toda Europa. Los aliados combatían por la humanidad, le dijeron, pero no debían olvidar que todos los judíos de Polonia acabarían exterminados. La boca de Jan Karski se contrae en una mueca, las manos parecen implorar, como si en ese instante se identificara con los dos jefes judíos, como si, al hablar, se pusiera en su lugar. Dice que éstos se paseaban arriba y abajo por la habitación, que se desmoronaban. Que, «en numerosas ocasiones, en el curso de la conversación perdieron por completo el control». Igual que él, Jan Karski, frente a la cámara de Claude Lanzmann. Pero en 1942 le hablaban y él permanecía inmóvil en una silla; no hacía preguntas, se limitaba a escuchar. Treinta y cinco años más tarde, es él quien habla, quien repite lo que los dos jefes judíos le dijeron. Dice que ellos advirtieron su ignorancia de lo que ocurría y que, una vez que él aceptó llevar sus mensajes, empezaron a explicarle la situación. "



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