Siempre en capilla (fragmento)Lluïsa Forrellad
Siempre en capilla (fragmento)

"Dormí mal. Soñé que Martino iba vestido con la sotana del párroco de St. Basil y me agredía con un cuchillo de cocina; yo trataba de empastarle la pomada antiséptica por la cara, pero al fin opté por echar a correr. Empezó a perseguirme y, naturalmente, yo tropezaba y me caía a cada paso mientras él ganaba terreno. Esperaba de un momento a otro la cuchillada en la espalda y en el paroxismo del horror me eché en los brazos rollizos de la Caridad. La maciza mujer me protegió, y cuando se iniciaba mi bienestar desperté.
Eran las ocho de la mañana. No lo supe por mi reloj, que se había parado, sino porque oí llegar a Honora. Me moría de calor, mientras a mi lado Alexander dormía convertido en una bola de mantas y colchas. Me levanté y abrí los postigos de la ventana. El día había amanecido gris y el viento azotaba los geranios que Honora tenía la paciencia de cultivar. Me puse el termómetro; me tomé el pulso. Todo normal.
Teníamos que asearnos en el cuarto donde dormía Jasper, desde que lo alteramos todo. Crucé el corredor y entré de puntillas para no despertarle, detalle que él nunca había observado conmigo. La estancia estaba inundada de luz, pues Jasper tenía por costumbre olvidarse de cerrar todo postigo, toda cortina y toda persiana. No di importancia al campo de Agramante que se ofreció a mi vista. Corbatas, calcetines, zapatos, tirantes, libros, papeles, periódicos, todo diseminado. Añádase a esa visión dos lavabos, dos mesillas de noche, dos perchas, una silla y un armario ropero. En el empapelado de la pared, en un tono más claro, quedaba señalado el lugar donde había estado la cama. En el suelo estaba el colchón. Allí, tendido, dormía Jasper, boca abajo, destapado hasta el confín del tronco, exhibiendo una camisa corta, y, por fortuna, nada más. Le tapé y le desperté. "



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