La quietud (fragmento)Ignacio Ferrando
La quietud (fragmento)

"Tengo el auricular entre el oído y el hombro y trato de ponerme el pantalón haciendo equilibrios. La balconera está abierta y cualquiera, a esas horas, podría verme por la ventana. En la mano sigo teniendo la masa blandengue, ahora templada, del preservativo. Julia y yo no podíamos tener hijos. Entre nosotros, era ridículo usar métodos anticonceptivos. Nos hicimos las pruebas hace dos años. Los resultados no fueron concluyentes, pero sí descartaron cualquier tipo de fecundación convencional. Nunca se lo he dicho a Ann. No sólo por su reacción cuando sepa que no puedo darle críos, sino, sobre todo, por la humillación de sentirme incompleto ante ella. Tiene a su alcance a todos los hombres del mundo -una legión de mequetrefes locos por idolatrarla-, ¿por qué iba a conformarse con un cuarentón cargado de inseguridades, con alguien que va cuesta abajo y que vive su segunda oportunidad con ella porque no supo aprovechar la primera? A veces siento que se la estoy arrebatando a otro, que la estoy privando de algo que debería experimentar por primera vez. Nunca se vuelve a amar con la misma intensidad. Las segundas oportunidades sólo forman parte de un proceso de reconstrucción. Estoy seguro de que, si se lo hubiera dicho, Ann se hubiera mostrado indulgente, desenfadada, habría dicho que sólo tiene veintiséis años y que a los veintiséis años nadie piensa en críos, y menos ahora, con los estudios y el doctorado de por medio. Diría que era comprensible, que yo no tenía la culpa, que sólo era una víctima de algún tipo de azar biológico, de mala suerte o de lo que fuera. Incluso podía verla arrogándose ese conformismo tan poco creíble, tan generoso, tan suyo, convirtiéndose en mártir y sacrificándose solemnemente por nosotros, por lo nuestro. Pero estoy convencido de que, a medio plazo, incluso antes, Ann me lo echaría en cara. Se daría cuenta. Afloraría la imagen de esos matrimonios sin hijos, casi siempre aburridos, la sensación agridulce cuando vinieran a casa los hijos de los otros, los sobrinos. Entonces me reprocharía la facilidad con que nos habíamos rendido. "


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