La alegría de los pobres (fragmento)Zoé Oldenbourg
La alegría de los pobres (fragmento)

"No es fácil encontrar trabajo en una ciudad extranjera sobre todo si no hay empleo para vuestro oficio.
En Antioquía había desde luego fábricas de tejidos, pero aquel año escaseaban la lana y el cáñamo, los telares se habían medio quemado en un incendio, los patrones instalados de nuevo eran más duros que los turcos, no querían pagar so pretexto de que se habían arruinado y que los obreros celtas, como ellos decían, estaban acostumbrados a otros telares y hacían un tejido muy suelto, por eso los pocos tejedores que habían encontrado trabajo dejaron los telares al cabo de quince días, decidiendo entre ellos no volver a trabajar nunca más para los armenios; en este país el obrero era tratado peor que un prisionero de guerra. Si los sirios aceptaban esa clase de trabajo, allá ellos. A los peones que descargaban sacos de arena o preparaban la madera para los andamios, les pegaban tres denarios al día, además de la comida del mediodía.
He aquí lo que anunciaban los pregoneros del señor obispo Adhemar: que no era justo irse de la ciudad dejándola como una porqueriza, teniendo en cuenta que era una ciudad noble, santa y cristiana, y que los cristianos debían reparar los daños causados por el asedio y reconstruir las iglesias estropeadas por los turcos y reforzar las murallas. Para que las gentes del país no puedan decir que el remedio es peor que la enfermedad y los cristianos católicos peores que los paganos.
Y que para ponerse en camino hacia Jerusalén el ejército debía equiparse de nuevo, que debían llegar refuerzos y armas y caballos por el puerto de San Simeón, y que los piadosos peregrinos debían tener paciencia, pues sabían muy bien que sin la ayuda de la caballería les ocurriría lo mismo que a las gentes caídas ante Nicea.
Saberlo, sí que lo sabían. Pasaba una semana, después otra, después un mes entero. Alrededor de los barrios de los comerciantes había unas cadenas tendidas en las calles y guardias armados, los griegos y los armenios se atrincheraban en sus casas, en la ciudad el soldado era rey. "



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