Lo que esconde tu nombre (fragmento) "A los diez minutos más o menos el mamarracho salió a fumarse un pitillo apoyado en el coche. No era gran cosa, era de lo más corriente, a no ser por algo en sus movimientos y en los rasgos que lo hacía sinuoso y temible. Tenía la cara pálida y alargada y entradas en la frente que enseguida le dejarían sin ese delicado pelo castaño claro. Le creía muy capaz de engatusar a una chica como Sandra. No era el primero que había conocido capaz de convertirse de sapo en príncipe, más aún si le besaba la maravillosa boca de Sandra. Si yo fuese el padre de Sandra y fuese joven le llevaría por una oreja a verla, aunque la realidad es que no se puede librar a nadie de las decepciones. Si le libras de una, llega otra, como si hubiese un cupo reservado para cada mortal. Si a Sandra no la traicionara la Anguila, la traicionaría otro, como ella había traicionado a Santi, y si no hubiese sido ella, habría sido otra. Era mejor que ese ser despreciable no fuese sólo un poco despreciable o despreciable a medias, sino uno completamente despreciable como la Anguila. Cuando terminó de fumar, aplastó la colilla con el pie y se pasó las manos por la cabeza retirándose el pelo de la cara. Respiró hondo y estuvo mirando a la lejanía durante varios minutos. No parecía la manera de mirar de quien no piensa en nada. Estaba pensando en algo, muy concentrado, casi sin mover un músculo. Después se metió en el coche y apoyado en el volante escribió en una agenda durante un cuarto de hora. Tuve la paciencia de esperar casi una hora hasta que regresó Martín. Pero antes de que apareciera en mi campo de visión, la Anguila se metió la agenda en el bolsillo, rodeó el volante con los brazos y puso encima la cabeza como si durmiera. Me atreví a seguirlos. Era casi un suicidio porque eran jóvenes y ágiles. Si me pescaban estaba perdido. Se darían cuenta de que les seguía, sólo me salvaría que les pillase con la guardia baja, sin ganas de darse cuenta de nada. Iba a distancia, pero tener el mismo coche siempre detrás sería mosqueante, así que cuando vi que tomaban el desvío que conducía a las casas de Elfe y de Frida, me detuve a la entrada entre otros coches aparcados sobre los hierbajos de un solar. Era muy arriesgado entrar en un camino tan estrecho, suponía una trampa. Si el coche no volvía a salir en media hora me marcharía, en caso contrario volvería a seguirlos. " epdlp.com |