El azar de Laura Ulloa (fragmento)Susana Fortes
El azar de Laura Ulloa (fragmento)

"Desde las ventanas rectangulares del sanatorio se veían los tejados pobres de las casas de la parroquia adormilados en la niebla, las humaredas de quemar rastrojos a lo lejos, el torreón ruinoso del castillo de la Rocha Forte en una orilla del Sar manchado de musgo por la perseverancia invernal y más allá las enormes nubes negras que coronaban en la distancia la Alameda de Santiago de Compostela.
El Psiquiátrico de Conxo era un edificio de piedra levantado sobre un monasterio que el arzobispo Gelmírez había ordenado construir en el siglo XII con el nombre de Santa María de Canocio en honor de una monja enamorada que había tomado los hábitos después de ver morir a su prometido y esa impronta de mal de amores debió de marcar el aura del edificio hasta que el cardenal Payá y Rico decidió convertirlo en manicomio en tiempos de la reina regente.
A mitad de camino entre las habitaciones de pago y el pabellón de los perturbados sin recursos se hallaba una garita con barrera que impedía el paso entre las dos zonas del edificio, y en la parte de atrás, entre ambas, se extendía un jardín agreste y sombrío al que llamaban el lugar de recreo. Había un camino de tierra entre nísperos y hierbas silvestres y un castaño con una copa colosal de cuyas ramas colgaban abundantes ristras de bejucos y líquenes. Debajo del árbol se encontraba un banco de hierro forjado donde hacía equilibrios una ardilla roja. Toda la finca estaba cercada por altos muros rematados en una cresta de vidrios afilados que era la frontera de aquel mundo cautivo.
Mientras esperaba a un antiguo colega de la Universidad y eminente neurólogo que ahora estaba a cargo de aquel barco a la deriva, Rafael Ulloa permaneció de pie junto al ventanal, sin moverse, reflejándose en el vidrio como si estuviese contemplando el parque desde dos lugares opuestos al mismo tiempo. El doctor Da Silva se acercó a él por detrás y lo agarró por el pulso. "



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