Rosa (fragmento)Cynthia Ozick
Rosa (fragmento)

"Oyó las risas a sus espaldas. Odiaban a las mujeres. O quizá habían visto que era judía; odiaban a los judíos; no, no, se había fijado en la circuncisión, como un junquillo, en la arena oscura. Le temblaban las muñecas. ¡Estaba encerrada tras una alambrada de espino! Nadie sabía quién era; qué le había ocurrido; de dónde venía. Sus verjas, la terrible trampa de sus llaves, zarzas de alambre, hombres que yacían con hombres... Le daba miedo acercarse a otro montículo. Nadie para ayudarla. Perseguidores. Por la mañana la arrestarían.
Volvió a ponerse los zapatos y caminó por la senda de hormigón que seguía la alambrada. La condujo hasta la luz; voces de hombres negros. Una ventana. Olores vastos y penetrantes: humos de cocina, ventiladores que removían el olor a sopa y lo echaban hacia las hierbas. Había una puerta abierta, calzada con la tapa de una lechera. Acres de encimeras, fogones, ollas de vapor, frigoríficos, coladores, bidones, cuencos. La cocina de un castillo. Rosa dejó atrás a los cocineros negros con delantales manchados de sangre y huyó por un pasillo corto: un callejón sin salida que daba a un ascensor. Pulsó el botón y esperó. El personal de la cocina la había visto, ¿y si la perseguían? Oyó que gritaban, pero la cosa no iba con ella; decían el jueves, el jueves. El jueves no habría patatas nuevas. Una emergencia de alguna clase, quizá. El ascensor la llevó a la planta baja, al vestíbulo; salió, libre.
Este vestíbulo era el salón de un palacio. En el medio, una fuente de verdad. El agua manaba por la boca de dos delfines verde esmeralda. Querubines de oropel en los márgenes. Una sirena con alas derramaba flores doradas de un cántaro dorado. Majestuosas palmeras —una selva— salpicadas de azul oscuro y plata y oro, brotaban de un cúmulo de vasijas de mármol verde en el borde de la fuente. El agua caía en un canal de mármol, un arroyo de interior. Una alfombra regia se extendía varias millas alrededor, entretejida con aves coronadas. Hombres y mujeres bien vestidos fumaban en tronos de oro con garras de león. Un murmullo dorado. ¡Qué feliz sería Stella paseando en un sitio así! Rosa procuró no apartarse de las paredes. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com