Dellas (fragmento)Charlotte Perkins Gilman
Dellas (fragmento)

"Y se pusieron a trabajar, enterraron a los muertos, comenzaron a arar y a sembrar y a cuidar unas de otras.
Y ya que he mencionado el entierro de los muertos, aprovecharé la ocasión para señalar que adoptaron la costumbre de la cremación en el siglo XIII, por los mismos motivos que las impulsaron a dejar de criar ganado: por una cuestión de espacio. Se sorprendieron mucho cuando les dijimos que nosotros todavía sepultábamos a nuestros muertos..., nos preguntaron por qué, y no quedaron nada convencidas con las razones que les dimos. Les hablamos de nuestra fe en la resurrección del cuerpo, y ellas nos preguntaron si no creíamos que Dios sería tan capaz de hacerlo resucitar de las cenizas como de un montón de materia corrupta. Les explicamos que a la gente de nuestro país le repugnaba quemar a los seres queridos, y ellas nos preguntaron si era menos repugnante dejar que se pudrieran bajo tierra. Tenían un modo de razonar verdaderamente inconveniente.
En resumen, aquel primer puñado de muchachas resolvieron limpiar el país e intentar salir adelante lo mejor posible. Algunas de las antiguas esclavas les ayudaron enormemente, enseñándoles los oficios que conocían. Disponían de los documentos habituales, y contaban con las herramientas y utensilios existentes en aquella época y con una tierra muy fértil para cultivar.
Un reducido número de matronas más jóvenes había logrado escapar a la carnicería, y después del cataclismo todavía hubo algunos nacimientos, pero sólo nacieron dos niños, que murieron al poco tiempo.
Pasaron cinco o diez años trabajando juntas. Cada vez se sentían más fuertes y más sabias, y también más unidas. Y entonces ocurrió el milagro: una de las mujeres quedó encinta. Por supuesto que todas sospecharon que debía haber un hombre escondido por alguna parte, pero nunca lo encontraron. Luego decidieron que era un don de los dioses e instalaron a la orgullosa madre en el Templo de Maaia —su diosa de la maternidad—, bajo estrecha vigilancia. Y allí, con el paso de los años, la milagrosa mujer fue dando a luz una y otra vez, hasta un total de cinco criaturas... todas niñas.
Siempre he sentido un gran interés por la sociología y la psicología social, y procuré reconstruir mentalmente la verdadera situación de aquellas mujeres del pasado. Eran quinientas o seiscientas, todas criadas en harenes; pero las generaciones inmediatamente anteriores debieron crecer en un heroico ambiente de lucha, que seguramente fortaleció la raza. En su terrible situación de orfandad, debieron formar un grupo unido, en el seno del cual se ayudaban mutuamente y también a sus hermanitas, y desarrollaron capacidades insólitas para hacer frente a las nuevas necesidades. Y de pronto, en el horizonte de aquel grupo de mujeres endurecidas por el sufrimiento y fortalecidas por el trabajo, huérfanas del amor y cuidado de unos padres y madres y sin el consuelo de llegar a ser madres algún día, iluminándose una nueva esperanza. "



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