Los anticuarios (fragmento)Carmen de Burgos
Los anticuarios (fragmento)

"Los italianos estaban llenos de coral, corales rojos de sangre de toro como los claveles de Andalucía, corales granate, de un granate enlutado, corales encarnados brillantes, como labios húmedos, corales rosa, corales aurora y corales blancos como porcelana; todos engarzados en monturas antiguas, con oro y piedras, en un trabajo delicado, de celajes de oro. Trabajos napolitanos como los de filigrana.
Había piedras duras, en mosaicos preciosos, del siglo XVI, que con sus colores naturales copiaban flores, pájaros y paisajes, trabajos florentinos del tiempo de los Médicis. Camafeos de lava, piedras grabadas para anillos que podían servir de sellos, con una minucia maravillosa, al lado de los trabajos de aljófar, que parecían todos hechos para adornar las vírgenes inmateriales de los primitivos. Estaban allí los mosaicos de piedrecitas menudas de los genoveses, los espejos y los mosaicos dorados de Venecia, con aquella cristalería mirrina que daba a las tonalidades del vidrio los encarnados y los verdes y los azules suntuosos en su alianza con el amarillo, el blanco, el violeta y los medios tonos oscuros, marrones y cálidos que él acaso sacaba de aquellas combinaciones; y los cristales duros, de agua pura, con sus decoraciones de dragones alados sirviendo de asa, dragones acaramelados, con la lengua roja y los ojos negros que se destacaban de su fondo de luz. Copas que parecían flores, vasos que tenían algo de cáliz; y sirviendo de marco las reproducciones de las vírgenes, suaves y místicas, con sus fondos azules y sus lirios blancos. Era un pedazo de la Italia suave, llena de luz y de color, arrancada viva y traída allí palpitante a la sombra lechosa del Boulevard. Bajo doseles de encajes de Venecia y viejos encajes de Burano, de la primera época, que hacían recordar la sexagenaria Cencia Scarpariola.
Los anticuarios eran todos morenos, vivaces, gesticulaban, se movían, se agitaban; tenían todos algo de tenores de ópera, con el cabello negro y los ojos de endrina. Ellas parecían presas en el vestido de moda, sus bellezas de tez de escamitas plateadas, y ojos de ensueño hubiesen estado mejor con el traje de las chacharas o los corpiños napolitanos. Se vivía Italia, se la evocaba con su ambiente de luz, sus ciudades artísticas, que son antiguas sin ser viejas, sus palacios de mármol y su aristocracia hermética y altiva entre la bacanal continua del pueblo alborotador y entusiasta. "



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