República luminosa (fragmento)Andrés Barba
República luminosa (fragmento)

"Pero seguramente ni Víctor Cobán ni ninguno de nosotros habríamos sido capaces de responder a esa pregunta, por eso preferíamos preguntarnos sencillamente por la telepatía. La credulidad para la magia funciona como el amor, los que se creen devotos y enamorados acaban estándolo sinceramente, y los que dudan de sus sentimientos impiden que esos mismos sentimientos se produzcan, una paradoja que nos deja siempre a solas con la duda de en qué nos habríamos convertido si nos hubiésemos permitido creer. Por un lado, los dibujos de los hermanos Zapata no hacían más que confirmar todos los lugares comunes que habrían podido imaginarse sobre los 32 sin saber nada de ellos: grandes bocas abiertas dentro de las cuales había otras bocas abiertas, niños con estómagos hinchados o dormitando bajo un árbol, sangre y plantas selváticas..., por otro, incluían una perspectiva nueva, tan extraña como verosímil: cosas que parecían símbolos, palabras sin sentido aparente que ni siquiera los propios Zapata sabían descifrar pero que aseguraban haber oído en sueños, triángulos superpuestos, círculos y soles con pequeños planetas a su alrededor... Puede que los niños Zapata no se caracterizaran por sus dotes artísticas, pero eso no significaba que no fueran convincentes. Los dibujos eran un cóctel particular compuesto por una parte de fantasía infantil, una de miedo siniestro y otra de expectativa invocada. Lo que hacía que resultara difícil mirarlos no era que fueran una cosa o la otra, sino que fueran las tres simultáneamente.
Se ha dicho muchas veces que si hubiesen sido un poco más pobres o un poco más guapos, si hubiesen tenido «demasiada gracia» o hubiesen sido más elocuentes, tal vez nadie habría creído en ellos, pero los Zapata tenían un don extraordinario: el de la normalidad. Eran una concentración de todo lo plausible. Hijos de un matrimonio compuesto por una maestra de secundaria y un empleado de banca, parecían cuatro duendes de cuento. Amables y bien educados, los tres niños y la niña respondían a las preguntas de los periodistas con una sequedad particular y unos enormes ojos asombrados, perfectos para la foto. Uno de ellos ceceaba. El mayor iba dando pie a cada uno de sus hermanos como un perfecto maestro de ceremonias. Y la pequeña no paraba de sonreír. Todos tenían el labio superior ligeramente montado sobre el inferior, lo que les daba un aire de familia avícola. Ya antes del reportaje se habían granjeado cierta fama en el barrio, y algunas de las familias de los alrededores habían comenzado a visitar la casa como si se tratara de un lugar de peregrinación, pero hasta su aparición en el programa de Maite Muñiz el asunto no adquirió una verdadera dimensión pública. "



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