Los jinetes (fragmento)Joseph Kessel
Los jinetes (fragmento)

"Pero entonces una especie de oleaje, contra el que era impotente, lo desquició todo en torno suyo. La gran masa de la caravana, extendida por todo el valle, no podía saber que el primer escalón se había detenido. Camelleros, jinetes, hombres a pie seguían avanzando. Pastores y perros seguían azuzando los rebaños. La marea llegó al fin junto a los dos colosos de Bactriana.
Resistieron. Sus amos no les habían indicado que reanudasen la marcha. Contrarrestando con toda su fuerza la presión que tenían que soportar, consiguieron detenerla. Y luego, ante el empuje, los dos gigantescos camellos empezaron a ceder terreno.
Se pusieron a resbalar hacia el caballo y su jinete, plantados ante ellos. De sus belfos abiertos surgió un bramido furioso, un chorreón de baba. Dieron un paso hacia el jinete.
El reflejo de Jehol fue más rápido que el pensamiento de Uroz. El semental odiaba a los dos monstruos. El olor de alheña, que el caballo no conocía; su obstinación a negarle el paso, todo, desde el primer momento del encuentro, había predispuesto su instinto contra ellos. Cuando quisieron atacar, Jehol se les adelantó. Su relincho dominó la voz de sus enemigos. Al mismo tiempo retrocedió un tranco para tener más espacio, se encabritó y se lanzó a la carga. Viendo de pronto aquel animal en pie ante ellos, su clamor de cólera y de reto, los dos colosos de Bactriana se sorprendieron hasta el extremo de fallarles su ímpetu. Asustados, se apartaron el uno del otro.
Uroz, aplastado contra el cuello de su montura, tuvo la impresión de ver abrirse una hendidura en una muralla cubierta de espuma espesa y oscura. El semental se introdujo en ella. Las piernas de Uroz rozaron unos flancos velludos, y de sus huesos rotos se elevó un dolor tan insoportable que sintió ganas de morir. Y cuando vio que una columna de camellos le cerraba el paso, pensó: «Si me matan, será por lo menos en la línea de la cresta...»
Al verse frente al enorme rebaño que no podía ni atravesar ni saltar, Jehol volvió a encabritarse. Los primeros animales retrocedieron. Lo mismo hizo la fila siguiente. Hubo un momento de equilibrio entre los dos impulsos encontrados.
El vendaje había sido arrancado de la pierna herida de Uroz. El hueso roto y la carne infectada estaban al descubierto. El príncipe de los grandes nómadas lo miraba pensativo. "



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