Heroínas (fragmento)Federica Montseny
Heroínas (fragmento)

"Trabajaban los dos en la cocina, alegremente. En más de una ocasión sus manos se rozaron y la turbación, una turbación deliciosa, invadió a María Luisa.
Llegó Carmen alrededor de la una, encontrando la comida hecha. Comieron, perdido ya todo sentimiento de extrañeza, y después salieron los tres. Carmen y Luis, a su trabajo.
María Luisa, a ver a sus familiares, según dijo.
En realidad lo que hizo fue deambular por las calles de Oviedo. Le gustaba aquel paseo por rincones que habían sido teatro de su adolescencia. Había nacido en Gijón, sin embargo; pero allí pasó los años de estudiante. Tenía una tía anciana, y al caer la tarde fue un momento a verla. No deseaba que la convidasen, y eludió toda invitación.
Salía de casa de esta última, cuando topó de manos a boca con Pereda. Verdadera casualidad, que la desconcertó, pues hubiera preferido no verle.
[...]
Pero la joven ya no le escuchaba. Clara y nítida, aparecía ante sus ojos otra imagen: veía el comedor de casa de Salcedo; le veía a él y a Carmen, tan amantes y tan unidos.
¡Oh, una cosa así, ideal y pura; un amor completo, del cuerpo y del espíritu; una compenetración total; una vida de amor eterno, leal y simple; esto es lo que ella ambicionaba!
Y junto al rostro encendido de Pereda, a sus labios sensuales, a sus facciones acusadas, dominadoras, vio el semblante enérgico y noble de Salcedo. Era otro hombre; otro mundo moral, otro hemisferio, ante el que ella sentía respeto y ternura. A Salcedo podía amársele con el alma y con el cuerpo. Pereda era la tentación de los sentidos, murmurada y turbadora en las noches propicias. "



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