Memoria de unos ojos pintados (fragmento)Lluís Llach
Memoria de unos ojos pintados (fragmento)

"Mientras el verano del 36 iba languideciendo, el trabajo en el puerto aumentaba gradualmente y los compañeros de mi padre tenían muy presente la situación en casa y me encargaban tantas horas como podían. Los hijos de los que estaban en el frente merecíamos el agradecimiento de fornidos y duros trabajadores que, a su manera, nos trataban con delicadeza.
No sé dónde he dejado el hilo. ¿Le hablaba quizá de David? En cualquier caso, empezó los estudios superiores. No sé cómo se lo montaron los profesores para conseguirle una beca en aquellos tiempos de penurias. Se me han borrado tantos detalles de la memoria y revuelto tantos otros… Pero me parece recordar que llegaron a hablar con alguien importante del Ayuntamiento. Déjeme que también le cuente, a modo de anécdota, que David se acostumbró, contra el parecer del médico, a utilizar su ojo bueno para los estudios, y debía de tener razón porque eso no le provocó empeoramiento alguno.
Y fue con los fríos de noviembre cuando llegaron dos cartas con aquellos impresionantes matasellos que indicaban que las misivas venían de lejos. Ya no las trajo el cartero bien parecido porque se había ido voluntario a la guerra. Las repartía un hombre cojo que había regresado del frente, contento de que le hubieran destrozado la pierna. Una llegó a casa de Silvestre y Remei, dirigida a Joana. La otra la trajeron a casa e iba a nombre de mi padre. Ambas venían de Argentina y decían lo mismo, aunque en diferentes lenguajes, porque a Joana le escribía Mireia y, en cambio, la de mi padre iba firmada por el señor Jimeno en persona.
Mi madre la abrió, entre impaciente y contenta, y pudo leer cómo el viejo contrabandista, ahora industrial de carnes y otros negocios provechosos, más allá de los formulismos iniciales que por entonces eran indispensables en una carta, invitaba a mi padre a que fuera a Argentina con todos nosotros y le decía que allí no le faltarían ni trabajo ni casa. También afirmaba, o mejor dicho avisaba, que en su nuevo país se insistía en que la situación en España todavía iría a peor. Que el fascismo tenía voluntad de implantarse en toda Europa y que la siguiente ficha de ajedrez en caer sería la nuestra. Que no nos lo pensáramos demasiado, que nos marcháramos cuanto antes y que lo mismo que nos decía a nosotros también se lo había dicho a Màrius y a dos familias más que eran como hermanas. "



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