De una vida a otra (fragmento)Fernando G. Delgado
De una vida a otra (fragmento)

"No sé cuándo perdí la inocencia, pero en todo caso fue mucho después de haber sabido que los niños no venían de París, porque tras sufrir el desencanto de que París no fuera el origen de todos nosotros, todavía seguí esperando a ver si la cigüeña, que entonces venía por febrero al pueblo de mis tíos abuelos de la Península, porque mi abuela era de Segovia, y se marchaba por agosto, llevaba en el pico aquel pañal en el que yo recordaba que me había traído de París. A pesar de que muy pronto me había sido desmentido el viaje, guardaba de él un recuerdo tan agradable, renovado además tantas veces en los sueños, que atribuía a una falta de ocasión propicia, a la mera casualidad de no estar al tanto con la atención que la cigüeña requería, el hecho de que la viera pasar sin niños en el pico. Recordaba su mirada protegiéndome en los descansos que hicimos en la travesía, cuidando ella del ritmo de mi respiración, y muchas veces, tal vez cuando me sentía contrariado —nos olvidamos con frecuencia de las contrariedades del niño que fuimos— aspiraba a volver de nuevo a bordo del ave que yo veía, majestuosa, sobrevolando Torrecaballeros, que ése era el pueblo de mi abuela, y a cuyos reclamos, venidos en la noche desde la torre vecina, atendía con muchísima emoción.
No se lo conté nunca a mis amigos de la ciudad por temor al ridículo, pero desde muy pequeño sabía que mis juegos con el niño que iba dentro de mí no los podría compartir con mis compañeros de colegio. Y que aunque comprendía las razones que tenían mis amigos para no creer que hubiera conseguido hacer tan buenas migas con una cigüeña como para subirme encima de ella, y volar, nada me impedía vivir la sensación de que volaba.
Pero otra versión de mi prima situaba mi abandono en distinto escenario: en lugar de la noche, al mediodía. Todos dormían la siesta en una tarde de calor. "



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