Felipe Derblay (fragmento)Georges Ohnet
Felipe Derblay (fragmento)

"Clara hizo todo lo que dependía de ella para vencer la desconfianza de su madre y procurarle una absoluta seguridad. Risueña siempre, hizo creer a todos que era feliz. Únicamente la baronesa conocía el secreto de sus angustias y sus dolores, pues había presenciado sus instantes de desaliento y había tratado de refrenar su ira. Encerrada en su habitación, Clara pasó días enteros sin decir una palabra, física y moralmente desfallecida, sin fuerzas para dar un paso y echada en una butaca con adusto ceño y sombría mirada. En su dolorido cerebro renacían sin cesar los crueles momentos de la ruptura; no podía acostumbrarse al repentino derrumbamiento de todas sus esperanzas. Al considerar si había merecido tanto infortunio, no encontraba censura alguna contra sí; la única causa de aquella desdicha era el odio de su rival y la infamia de su novio.
Obligada a considerarse víctima de enemigos encarnizados y de un implacable destino, acudieron a su imaginación ideas de venganza. Consideró la vida como una batalla en la que es preciso acorazarse de desprecio para no ser arrollado, y armarse de audacia para no ser vencido. Arrancó de su alma cuantos escrúpulos la habían entregado agarrotada y sin defensa a sus adversarios, y se juró arrollar en adelante todos los obstáculos para conseguir su objeto. Agriado el corazón y perturbada la mente, la noble, generosa y tierna Clara se convirtió en mujer interesada, implacablemente egoísta y resuelta a sacrificarlo todo por satisfacer su capricho. Pareció que el fuego del dolor había secado su corazón, y hasta su misma belleza se modificó, tomando en cierto modo un aspecto marmóreo y adquiriendo la fría majestad de las estatuas.
Pensando en su próximo cambio de situación, se trazó la línea de conducta que había de seguir invariablemente. Su indiferencia por el señor Derblay era profunda; ni le agradecía siquiera la ciega abnegación de que había dado pruebas. Como ignoraba las generosas intenciones del dueño de la fundición, atribuyó únicamente su condescendencia a la ambición de casarse con ella. Era natural que él consintiese en todo con tal de ser el esposo de mujer tan hermosa y entrar en tan noble familia. Hasta le inspiró desdén la facilidad con que el señor Derblay se había prestado a la humillante comedia representada en presencia del duque, y la admirable generosidad de Felipe le pareció a Clara una bajeza, induciéndola a creer que encontraría en él un marido sumiso y fácil de conducir. Esto era precisamente lo que deseaba. Si el señor Derblay se mostraba dócil, se interesaría por él, y apoyándose en las influencias de que podía disponer, se encargaría de su porvenir, haciéndole llegar a gran altura. El rango y la importancia que adquiriese su marido compensarían su humilde nacimiento, y, en último caso, sería uno más en éste siglo de advenedizos. "



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