Dafne desvanecida (fragmento) "Sencillamente. Yo no sabía muy bien cómo tomarme aquella orden. Si ella hubiera sonreído me habría echado a reír, pero no veía ninguna semiluna blanca partiendo sus borrosos rasgos. Musa estaba seria. La orden era seria. Yo estaba serio. Procedió a explicarme, entre jadeos intermitentes, que la experiencia con su padre la había traumatizado, y que eso era lo que más la excitaba, su fantasía predilecta: descubrir a un extraño en casa que saltara sobre ella, rasgara su ropa y la poseyera a la fuerza. ¿Te gustaría? Lo pensé un momento. No mucho, sólo un momento. Podríamos intentarlo, le dije, pero antes, ¿dónde está el servicio, por favor? Me acompañó con aires de azafata por un pasillo de parqué morado y paredes verde quirófano, encendiendo incontables luces a nuestro paso. Estatuas como ladrones o rameras aguardaban en las esquinas, espejos ocultos ejercitaban la paranoia, líneas de colores rayaban el suelo. Escogimos tres bifurcaciones hasta llegar a nuestro destino. Musa pulsó los interruptores de un baño largo y cegador como un camerino y me abandonó allí. La taza era plateada, ultramoderna. Muchas naves espaciales, pensé, no se avergonzarían de poseer aquel diseño. Tenía labrados en su interior, como un tatuaje, un globo terráqueo y una leyenda en letras de oro: «Ensuciamos nuestro planeta todos los días». Mientras orinaba, trataba de ordenar mis pensamientos. Pero ambas cosas me costaban cierto esfuerzo, me refiero a orinar y pensar: la erección disparaba el líquido hacia zonas equívocas, y había de ingeniármelas para encorvarme artísticamente y apuntar al hueco del retrete, justo en el centro de la Tierra. Por otra parte, la mayoría de mis ideas tampoco daba en la diana. Todo había sucedido demasiado rápido: Musa había pasado a ser ELLA, y ahora ELLA aguardaba en el comedor a ser violada mientras ÉL vaciaba su vejiga entre contorsiones sobre una reproducción en plata de nuestro mundo. No era así como yo había imaginado mi primer encuentro con la mujer del párrafo, claro. Pero concluí que la vida no era una de mis novelas, y no tenía por qué amoldarse a los límites de mi imaginación. " epdlp.com |