El lado salvaje del drenaje (fragmento)Federico Arana
El lado salvaje del drenaje (fragmento)

"No pretendo quejarme ni mortificar a nadie, mucho menos correr el riesgo de ser tomado por un malasombra de tantos que pululan por aquitania, me refiero a cuanto en homenaje a Lou Reed he denominado el lado salvaje del drenaje. Sólo digo que mi vida ha tenido también sus negruras, baches e impedimentos aunque, gracias a la música, no han conseguido avasallarme. ¿Quién dijo aquello de “la música compone los ánimos descompuestos”? Es el colmo que “el Memorioso” no lo recuerde, pero ya saldrá.
En mi lejana infancia fui como el Lucien de Sartre. No es que mi melena fuera rubia ni tuviera bucles, pero sí me obsesionaba la idea de que mamá decidiera interrumpir arbitrariamente mi etapa infantil masculina para incorporarme en la femenina, lo cual, entre otras cosas sugestivas, me obligaría a levantarme el vestido y hacer pipí en cuclillas o sentado, como mi hermana Cordelia. Por descontado que la instrucción complementaria sería sólo sentarme cuando estuviera en casa, porque de lo contrario, si no quería admitir una infección terrible, tendría que acomodarme de aguilita, respirar sólo lo indispensable y no tocar nada, ni el apagador siquiera, ni el papel higiénico: ¡Higiénico, vaya ironía! No sé si afortunada o desgraciadamente, las tales obsesiones fueron disipándose hasta el punto de que, cumplidos los siete, pude orinar hacia adelante y al alimón con mi hermano Omar –incluso algunas veces ganándole en cuanto a alcance del chorro- y la vida fluyó con cierta normalidad hasta 1962, año de aquel estúpido percance que cambió mi vida drásticamente y a punto estuvo de obligarme a orinar sentado por el resto de mis días. Desde entonces todo pareció resumirse en un prolongado sometimiento a la jerarquía del picotazo, en una espera aparentemente interminable, que se fue agravando en las siguientes coyunturas: rocanrolerito sesentero, tránsfuga, padre de familia abnegado, quintopatiero de inobjetable origen burgués, prófugo de la iniquidad y paria indocumentado. Lo de quintopatiero viene a cuento porque lo normal es pasar de la Lagunilla a Tacubaya y luego a la Hipódromo-Condesa, pero no al revés. A pesar de lo dicho, tengo muy interiorizado un conocimiento imprescindible: que el paraíso terrenal no pasa de ser un estado de ánimo al alcance de cualquiera, incluyéndome a mí. "



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