La túnica sagrada (fragmento)Lloyd C. Douglas
La túnica sagrada (fragmento)

"El personal del Pretorio servía la opípara cena. Los ordenanzas de los oficiales permanecían alineados contra la pared, dispuestos a ayudar a sus amos, pues los huéspedes del procurador, de acuerdo con una antigua costumbre, habían ido allí a embriagarse, y muchos de ellos no se encontraban lejos de estarlo ya.
Los representantes de Minoa se mostraban mucho más ruidosos y temerarios que los demás; con todo se admitía que el exceso de libertad debía ser tolerado porque habían tenido ellos un día muy duro.
Paulo llegó tarde. Melas había hecho todo lo posible por serenarlo, pero el centurión estaba embotado, aturdido y áspero. La alegría de sus compañeros de mesa le molestaba. Durante un rato permaneció sentado y malhumorado también él, observando a los demás con disgusto, y saliendo en ocasiones de su letargo con un penoso hipo. Los compañeros lo agarraron por su cuenta, acosándolo con un vino particularmente espirituoso que produjo en aquel ánimo desganado el efecto de un latigazo. Procuró entonces mostrarse alegre, cantó y gritó, pero ninguno pudo entender lo que decía. Al cabo de un momento, levantó en alto su copa de vino y rió estrepitosamente. Estaba del todo borracho.
A Demetrio le agració observar que Marcelo se estaba comportando con dignidad. Conversaba poco, pero la actitud taciturna de Pilatos explicaba esto con claridad. El anciano Julián, completamente sereno, comía con fruición, no haciendo esfuerzo alguno por distraer al procurador. En las otras mesas aumentaban el ruido y el desorden a medida que avanzaba la noche. La risa era grosera; se practicaban juegos rudos, y a ratos se producían riñas inexplicables.
Las enormes bandejas de plata, con carnes asadas y frutas exóticas, iban y venían; frascos de plata exquisitamente labrados vertían vinos raros en enormes copas del precioso metal. De vez en cuando un centurión atorado se levantaba del triclinio en que yacía mientras su esclavo cruzaba rápidamente el piso de mármol para asistirlo. No tardaba empero en regresar y recuperar lo perdido.
Demetrio permanecía atento, contra la pared, detrás del triclinio de su amo. Marcelo estaba comiendo con harta frugalidad, lo que denotaba que todavía hallábase en su juicio. Hubiera sido conveniente que el comandante mostrara mayor interés por la fiesta. Sería una lástima que alguien supusiera que estaba cavilando sobre los acontecimientos del día.
Al cabo de un rato, el procurador se incorporó y se inclinó hacia Marcelo, quien había vuelto su cara como para preguntar algo. Demetrio dio un paso adelante y prestó atención. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com