A la vista (fragmento)Daniel Sada
A la vista (fragmento)

"Antes de empezar todo esto hay que decir que en Sombrerete sólo había una casa de huéspedes con tres habitaciones pequeñas destinadas a vidas pequeñas. Pequeñas porque allí llegaban –póngase por caso– practicantes de medicina, o agricultores faltos venidos de lugares circunvecinos, o comerciantes que necesitaban ahorrar en cuanto a hospedaje... y tal baratura... Sí, gente que duraba alojada cuando mucho unas dos semanas, lo que era excepcional, pero ocurría y: ¡claro!: funcionaba como hotel aquel negocito, pero no podía afirmarse que fuese algo así, ni para cuándo, tampoco se lo podía calificar de «posada» ni de «parador» ni de «albergue» ni de algo que se le pareciera buenamente. Es más, no tenía ni un letrero sobresaliente que anunciara la renta de cuartos. Entonces: pura adivinanza consabida, puras señas y a ver... aproximaciones... La casa era, por lo tanto, una peculiaridad mona, reducida pero grata, debido a que estaba llena de luz, ya que cada uno de los aposentos, incluida una apretadísima sala-comedor, tenía, por lo menos, dos ventanas de gran tamaño. A todo lo anterior hay que añadir que a la casa la rodeaba un jardín que, de tan discreto, parecía una repunta de flores. Algo como una aureola molsa. No había árboles en redor, ni bardas altas: o sea: los rayos del sol entraban con fe: sólo por un lado, porque por los otros: las capas de brillo: lo minorativo: los tonos cambiantes, bueno, de una vez hay que decir que la luz tenía una serie de comportamientos cuya definición aquí no hace falta, ya que por lo pronto lo que importa es la circunstancia de la llegada de Ponciano Palma a tal entorno medio céntrico: una casa con seis balcones simbólicos, recomendada por Tulio: ¡Vaya a ese lugar!, verá que allí le darán desayunos bien sabrosos, y: ni qué decir del precio del hospedaje: por día: una bicoca, pero por un mes: ¡oh momio!: hay que considerar los porcentajes del descuento mensual: la gran suma y la gran resta, ya la cifra final cual una pequeñez increíble: ¡de veras!: la dicha por la dueña Elvira Del Valle, una doña muy nalgona y de voz suave... Pues el trato: de rebato... Estreno: nueva vida: ¿más lineal?, ¿más de ocultis?... Lo que ahora cabe decir es que Ponciano ya percibía un salario lo suficientemente digno como para darse ese lujo de soledad cotidiana bien habida. Toda una iluminación que a poco habría de conocer con empacho, el andamiaje de una felicidad que existe sólo por contraste. "


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