Pasar el límite (fragmento)Javier Alfaya
Pasar el límite (fragmento)

"La conversación con Emilio me dejó un amargo sabor de boca. Me dolió que me tratara como a un niño, ¡a fin de cuentas ya tenía diecisiete años! El que fuera bastante mayor que yo y tuviera más experiencia de la vida no le autorizaba a hablarme de aquella manera. Y era sobre todo lo que me había contado de Lina lo que me hería especialmente. ¿Qué derecho tenía él para tratar de esa manera a aquella mujer? Pasé unos cuantos días muy malos. Me sentía celoso e inseguro con respecto a Lina. ¿Sería cierto lo que Emilio decía, que era poco menos que una cualquiera? Cuando estuve con ella me había dicho que me quería, que no podía olvidarme. ¿Le diría lo mismo a los otros hombres? Yo estaba desesperadamente enamorado. Se me ocurrían las ideas más locas, como ir a verla aunque estuviera en casa con su marido, proponerle que huyéramos juntos a no sé dónde, ganar mucho dinero para que se quedara por siempre conmigo, etc.
Y tenía miedo también. Me daba cuenta de que mi relación con el Hombre Gordo y la gente de su banda había ido ya demasiado lejos y que no me iba a ser fácil romper con ellos. ¿Qué podía hacer? ¿Decirles que no siguieran utilizando la finca? ¿Y si no me hacían caso? Podía denunciarlos, claro. Y ellos podían vengarse denunciándome a mí a su vez. Cuánto echaba de menos alguien con quien hablar, a quien confiarme. Me daba cuenta de que, sin pensarlo, me había metido en una trampa, que el lío en que me había enredado no lo compensaba el dinero que me daban. Sin embargo, éste me hacía falta rabiosamente. Sobre todo si, como muchas veces pensaba, le proponía a Lina que se viniera conmigo y nos marcháramos muy lejos de Vilamor.
Aquella angustia en que vivía se agravó un domingo por la tarde en que apareció por la finca una pareja de guardias. Yo estaba solo en casa, como de costumbre, cuando oí sonar la campanilla. Salí a abrir... ¡y me encontré con dos guardias civiles que, fusil en bandolera, aguardaban al otro lado del portalón a que les abriera! Pensé lo peor, es decir, que venían a detenerme. En un momento de pánico se me ocurrió escapar, desaparecer. Pero luego recuperé el buen sentido y muerto de miedo acudí a abrir. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com