Sara y Serafina (fragmento)Dzevad Karahasan
Sara y Serafina (fragmento)

"Ahora era yo el que no entendía nada, pero estaba muy interesado en el rumbo que había tomado la conversación, y además no podían excluirme de sus planes. Sara resumió los sucesos de los últimos días. Antonija había vuelto a casa poco después de que nos fuéramos. Nos había visto cuando llegamos y cuando nos marchamos, porque todo el tiempo había estado en el garaje delante del edificio, pero no sabía que íbamos a su casa. Sara, que sabía cuán grande y difícil era de soportar el miedo de la chica, y lo complicada que era su situación, había decidido no hablarle de los motivos de nuestra visita, ni mentar siquiera la posibilidad de abandonar la ciudad. Pero no pudo guardar el secreto mucho tiempo («Así soy, sería capaz de aprender a hablar por signos para poder contar lo que debo callar», dijo señalándose rabiosa a sí misma), y esa noche se lo contó todo, un poco después de que empezara el ataque de artillería a la ciudad debido al cual yo me había quedado temblando delante de mi portal. Sabía que Antonija no podría resistir la tentación de marcharse de la ciudad y que se iría a cualquier precio para liberarse del miedo, y al mismo tiempo era consciente de que la pobre chica no debería pensar en marcharse, pues, por nuestra conversación, Sara había comprendido que la partida de bautismo era la condición indispensable para salir, lo que significaba que el novio de Antonija, Kenan, no podría marcharse con ella, y eso…
Antonija no era precisamente una persona luchadora y tenaz. Primero había estudiado inglés, después arquitectura, y durante todo el tiempo se preguntaba por qué lo hacía y si hacía lo que deseaba hacer. En esos años había trabajado en varios sitios y estudiado a la vez, y al poco de empezar abandonaba el empleo tras llegar a la conclusión de que tampoco eso le interesaba. Aunque había cumplido los treinta, aún no había hallado respuestas para ninguna de esas preguntas llamadas femeninas, como por ejemplo: si debía maquillarse, y en caso afirmativo, cómo hacerlo, o cuál era el estilo de ropa que más le iba o con el que mejor se sentía, todo en ella era fluctuante, inseguro, variable. La única cosa en su vida que era estable, duradera, fuera de toda duda y sin cambios era su amor por Kenan. Estaban juntos desde la época en la que ella estudiaba inglés (Sara podría jurar que había pasado a arquitectura por Kenan), en todas sus crisis y cambios él demostraba ser comprensivo y paciente; desde que Kenan había empezado a trabajar, dos años atrás, hablaban de casarse, planeaban vivir juntos y disfrutaban como locos. En todo aquel tiempo ni él ni ella habían albergado la menor duda sobre su amor.
Si alguien en el mundo comprendía cuán insoportable era el miedo de Antonija, esa era Sara; si a alguien le afligía el sufrimiento de la infeliz chica, era a su madre («No necesito que nadie me diga lo horrible que es su miedo, y yo no tengo palabras para explicar cómo sufre mi corazón al verla temblar como un pajarillo durante meses», gritó Sara en un momento, como si se justificara ante un reproche que nosotros no habíamos formulado). Pero ella era una mujer mayor y experimentada, y sabía muy bien que era mejor soportar aquello que quedarse sin el amor y sin el lugar seguro alrededor del cual giraba su vida. Por eso se oponía a la partida de Antonija, por esa razón no había mencionado tal posibilidad cuando Dubravko y yo estuvimos en su casa. "



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