El gran bazar del ferrocarril (fragmento)Paul Theroux
El gran bazar del ferrocarril (fragmento)

"No había hecho ningún preparativo en cuanto a la comida y no tenía nada que llevarme a la boca. A primera hora de la tarde recorrí el tren en toda su longitud, pero no había vagón restaurante. Hacia las dos, estaba descabezando un sueño cuando oí un golpe en la ventanilla. Era el revisor. Sin decir una palabra, hizo pasar una bandeja con comida. Comí al estilo tamil, haciendo una pelota con el arroz y mojando la pelota en la sopa de legumbres. En la siguiente estación, reapareció el revisor. Se llevó la bandeja vacía y me saludó soñoliento.
Viajábamos en paralelo a la costa, unos cuantos kilómetros al interior, y los ventiladores del compartimento ofrecían muy escaso alivio ante la presión de la humedad. El cielo estaba cubierto de nubes que parecían aumentar el peso del calor sofocante, y el tren avanzaba tan despacio que no soplaba ni un hálito de brisa junto a las ventanillas. Para librarme de aquella sensación de pesadez pedí al revisor una escoba y unos trapos. Barrí mi compartimento y limpié todas las ventanillas y las partes de madera. Luego lavé mi ropa y la colgué en unos ganchos en el pasillo. Tapé el lavabo y me rocié la cara con agua, luego me afeité y me puse las zapatillas y el pijama. Después de todo, era mi coche cama. En Vilupuram, la locomotora eléctrica fue sustituida por una de vapor, y en la misma estación compré tres botellas grandes de cerveza caliente. Sacudí los almohadones de mi compartimento y mientras se secaba la ropa bebí cerveza y contemplé cómo el Estado de Tamil Nadu iba haciéndose cada vez más humilde. Cada estación era más pequeña que la anterior y la gente iba más desnuda. Después de Chengalpattu, nadie llevaba camisa, las camisetas desaparecieron en Vilupuram y luego los lungis se hicieron escasos y la gente no llevaba más que unos simples taparrabos. El terreno era llano y sin característica alguna, salvo por algún tamil ocasional que, semejante a una cigüeña, se erguía en un arrozal. Las chozas estaban tan mal construidas como las de África central, donde se consideraba que traía mala suerte vivir en la misma choza dos años seguidos. Eran de barro y sus techos de hojas de palmera; el barro se había agrietado por efecto del calor y el soplo del primer monzón se llevaría lejos aquellas techumbres. Contrastando con aquellas construcciones hechas de cualquier manera, los campos de arroz estaban inteligentemente regados por complejos sistemas de bombas y largas acequias. "



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