Cuando el frío llegue al corazón (fragmento)Manuel Gutiérrez Aragón
Cuando el frío llegue al corazón (fragmento)

"El invernal estaba tras el bosque de eucaliptos. Tenía la puerta cerrada. Saqué la llave que me había pasado Higinio, el barbero, de parte del Pelirrojo. Si realmente era el invernal de marras, la llave encajaría en el candado.
No hubo dificultad. La puerta rechinó al abrirse y desde dentro escapó un olor a heno y humedad. Las piedras relucían como si estuvieran frotadas con un paño mojado. No sé si eran antiguas aras votivas o simples cantos de establo. En cualquier caso procedían de las pedreras del monte Véspero, morada de dioses y vacas.
Los papeles estaban bajo la gran losa del lar, cubiertos por hojas de maíz. En su mayor parte eran octavillas políticas relativas a conflictos locales, el precio de la leche y el abuso de las centrales. También había periódicos viejos y páginas sueltas de algunos recientes. Los más antiguos traían noticias de los frentes de guerra en la estepa nevada, con soldados alemanes congelados. Había un recorte de un periódico italiano, con la foto de un hombre y una mujer colgados por los pies en una gasolinera, con una nota escrita al margen con carbón de leña: Prepárate, Paco.
Tuve que sacar los otros papeles al exterior para poder leerlos, dentro de la cabaña apenas se veía. Eran cartas, de letra clara y legible, pero con la tinta corrida; grandes islas azules tachonaban el papel color de rosa. Letras y lágrimas.
Las delicadas cuartillas estaban cubiertas con frases y expresiones que sólo podría entender el destinatario. Hablaba de prohibiciones, persecuciones y sospechas. Sin embargo, no se trataba de cuestiones políticas sino sentimentales. Que el destinatario era mi padre estaba claro. Su nombre era mencionado continuamente, como si a la persona que remitía le gustara invocarlo en cada renglón. Le llamaba Jinete del Atardecer, Toro Valiente; al referirse a sí misma escribía «mi débil corazón», «latido último», o declaraba que «es la última vez que te escribo». Pero seguían más cartas con reproches, autorreproches, arranques, arrebatos, quejas de sí misma. En algunos momentos aparecían expresiones como «rosa sedienta», «alma encerrada», «enterrada en vida», y cosas así. Todas las cartas estaban firmadas de la misma manera: Falena. "



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