La familia del cazador de Kandym (fragmento)Ata Govshudov
La familia del cazador de Kandym (fragmento)

"Por la noche, concluido su trabajo, Akchagul se acomodó en el patio del umbral de su casa y oteó el horizonte tras el dintel de la puerta. El crepuscular sol otoñal del mes de noviembre iluminaba intensamente su vestido rojo. El rictus de su faz adoptaba un tono severo y su caballo se debatía entre lo broncíneo y lo entrecano. Gudzhuk corrió hacia la puerta, con su barba rala y su rostro ovalado y estúpido. Era el hermano del difunto esposo de Akchagul. Jugueteaba nerviosamente con su barba y trataba de mantener ocultas unas hojas de papel. Habiéndolo visto Akchagul, de súbito se detuvo, enarcó las cejas y parpadeó confundido con sus ojos de cordero degollado. El papel entre sus manos se estremeció. Akchagul lo miró con suma atención.
-¿Eres tú, Gudzhuk? inquirió con voz de alarma.
-Nada... Es que yo... murmuró Gudzhuk. Se sentó junto a ella, recogió un trozo de madera y lo apoyó contra el suelo, víctima de un donaire de emoción y depresión.
-¿Qué sucede, Gudzhuk? ¿Qué clase de papeles me ocultas? interrogó con creciente ansiedad Akchagul.
Gudzhuk la miró confundido y tosió vacilante.
-Esto que ves es... el destino. No hay nada que puedas hacer. Has de saber soportarlo. Murad.
-¿Murad?
Akchagul asió impulsivamente el brazo de Gudzhuk y tendió a retroceder.
La enormidad de sus ojos inyectados en sangre refulgían con un brillo seco y mate.
-Sí, fue asesinado, Akchagul, aseveró con temblorosa voz Gudzhuk mientras se llevaba su mano izquierda a la frente en señal de amargo dolor.
Akchagul gritó enfervorecida, cerró los ojos y se puso pálida. Contuvo el aliento. Gudzhuk estaba asustado. Sus ojos parpadeaban miserablemente. Pensó que ella había muerto, pero entonces Akchagul se precipitó impulsivamente, vomitó, se cubrió la cara, y el aire fue atravesado por un estruendoso chillido, seguido de continuos gemidos.
-¡Oh! ¡Oh, ay de mí! ... ¡Ah, Murad! ¿Qué va a ser ahora de mí?
Los vecinos, escuchando aquel llanto inquebrantable, aguijoneados por el estremecimiento, corrieron hacia la casa de la vociferante Akchagul mientras preguntaban al unísono:
-¿Qué sucede? ... ¿Qué pasa? ... ¿Por qué gritas de ese modo?
Y la desafortunada Akchagul sollozaba con su cabeza recostada sobre la jamba de la puerta, temblando por todas partes y clamando entre alaridos:
-¡Oh, Murad! ¡Mi único hombre! ¡La luz de mis ojos se apaga! ¡El diseño de mi alfombra se ha extinguido! ¡Hijo mío...
Gudzhuk se limpió las abundantes lágrimas con el puño y mostró los dos papeles garabateados.
Pronto todo el patio se llenó de gente. Las mujeres, se azoraban entre sí y lloraban sin consuelo. Los hombres también lloraban amargamente. Toda esta abigarrada multitud era víctima de una gran confusión. Las lamentaciones y los gemidos se fusionaron en un perenne quebranto. "



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