La novela de María (fragmento)Mary Wollstonecraft
La novela de María (fragmento)

"Veían a sus nuevas amistades casi todos los días, y la familiaridad condujo a la intimidad. En muchas ocasiones, Mary dejaba a su amiga con ellos mientras se entretenía en descubrir nuevas formas de vida y buscar las causas que las habían producido. Tenía una tendencia metafísica que la llevaba a reflexionar sobre cualquier objeto que pasara cerca de ella, y su mente no era como un espejo, que recibe todas las imágenes fugaces sin retenerlas; no tenía ningún prejuicio, pues analizaba cada opinión antes de adoptarla.
Los ritos católicos captaron su atención y propiciaron algunas conversaciones cuando se reunían. Uno de los caballeros empleaba constantemente conceptos deístas al ridiculizar el boato que tanto les había sorprendido observar. Mary reflexionó sobre ambas cuestiones —los dogmas católicos y las dudas planteadas por los deístas— y, aunque no era escéptica en materia religiosa, creyó conveniente examinar las pruebas en las que se fundaba su fe. Leyó La analogía de Butler y a algunos otros autores. Estas lecturas la convirtieron en una cristiana por convicción, y aprendió a ser comprensiva, en especial con respecto a los sectarios. Vio que se podían esgrimir buenos y sólidos argumentos desde puntos de vista diferentes y le alegró descubrir que aquellos con los que no coincidía tenían su parte de razón.
Cuando mencioné a las tres damas, dije que eran tres mujeres distinguidas, y ese es todo el elogio que —como historiadora veraz— puedo dedicarles, pues era el único aspecto en el que destacaban. Olvidé mencionar que las tres pertenecían a una misma familia: una madre, su hija y su sobrina. Su hija llegó allí por prescripción médica, para evitar el invierno norteño, y la madre, su sobrina y un sobrino la acompañaron.
Era gente de alto rango, pero desgraciadamente, pese a pertenecer a una familia muy antigua, el título había descendido hasta una rama muy remota —a la que hicieron todo lo posible por arrimarse—, y habían copiado servilmente los aires de la condesa. Sus mentes estaban lastradas por un conjunto de ideas acerca de la propiedad y la forma en que las cosas debían presentarse ante los demás, obligaciones éstas que siempre agobian a los débiles. «¿Qué dirán los demás?», era lo primero que pensaban cuando pretendían hacer algo que no habían hecho hasta ese momento. O: «¿Qué haría la condesa en esa situación?». Y cuando respondían a esa pregunta, lo bueno o lo malo se desvelaba sin tener que tomarse la molestia de albergar en sus mentes ninguna idea al respecto. La condesa era un bello planeta y sus satélites danzaban armoniosamente en torno a ella.
Tras este paréntesis no hará falta añadir que sus mentes habían recibido una educación muy limitada. Les habían enseñado francés, italiano y español, y el inglés era su lengua común. ¿Y qué aprendieron? Ya lo dijo Shakespeare, «palabras, palabras». "



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