Guerra de Granada (fragmento)Alonso de Palencia
Guerra de Granada (fragmento)

"La doble fortaleza de Cambil se levanta a orillas de impetuoso torrente, cuyo profundo cauce y acantiladas márgenes no permiten vadearle en un largo trayecto, siendo forzoso atravesarle por el puente contiguo a la fortaleza, que tiene a un lado la de Cambil y al otro la vasta construcción de Alhabar. A favor de estas posiciones, los granadinos atacaban a menudo a los de Jaén, distantes 70 estadios del puente, y además de la presa de ganados, se llevaban muchos cautivos, dando cruel muerte a los cristianos cuando se apercibían de que les llegaba socorro. Por esto, así los de Jaén como otros muchos pueblos, víctimas de tan repetidas desgracias, suplicaron encarecidamente a D. Fernando que combatiese aquellas fortalezas que tanto daño habían causado a los cristianos en un extenso radio. Para ello se ofrecían a contribuir con buen contingente de tropas, asoldadas a su costa y con abundantes provisiones. Como el plan contra Moclín había fracasado, el Rey se decidió por llevar el ejército y todas las máquinas de batir allí donde esperaba poder aprovechar mucho a los suyos y granjearse no poca honra.
Se dividió el ejército en tres campamentos al sitiar las fortalezas. El mayor, el del Rey, se asentó del lado allá del torrente; los otros dos, a la orilla opuesta, amenazaban a Cambil. La tardanza de la artillería, retrasada por las dificultades de los caminos, hizo esperar a los soldados granadinos de las dos fortalezas que el plan de D. Fernando fracasaría. Lo mismo pensaba él y cuantos con él estaban, peritos en la ciencia militar, porque, de no contar con el terrible batir de las lombardas gruesas, nada eficaz podía hacerse para rendir los castillos. Estos cuidados traían angustiado el ánimo de D. Fernando, a cuya mente acudía el recuerdo del desastre de Moclín. Porque si al cabo había que abandonar vergonzosamente la empresa, toda la gloria en otras adquirida quedaría eclipsada, pues se atribuiría más bien a la mala suerte y a las discordias de los granadinos que al valor de los cristianos, y Abohardillas, ya afortunado, conseguiría, después de subir al trono, universal reputación de vencedor.
A todos estos cuidados dio milagrosa resolución la misericordia divina. Cuando más perplejos se hallaban los que conducían la artillería, se les presentó un hombre montado en un pollinejo a manera de pastor de ovejas, y se ofreció a enseñarles un camino a propósito para el paso de los carros. Cumplida inmediatamente su promesa, desapareció, sin que pudiera luego encontrársele, a pesar de haber mandado el Rey a voz de pregón que se presentara a recibir el premio debido a su servicio. Por consiguiente, el católico D. Fernando atribuyó el feliz suceso exclusivamente a intervención divina, y en el mismo día emplazó todas las terribles máquinas de guerra contra las fortalezas. El estruendo de los disparos y la densa humareda de la pólvora impedían ver y oír a sitiados y a sitiadores, hasta que, una fuerte ráfaga de viento permitió a los nuestros divisar el sol, e hizo que los enemigos, al ver el destrozo de sus murallas, entraran en consejo y se resolvieran a la entrega de ambas fortalezas, lo que se verificó el día 23 de Septiembre, para alabanza de Dios y singular honor del rey D. Fernando. Luego volvió con el ejército a Jaén, donde le esperaba la Reina, y pudo, con la fausta noticia, descargar su real ánimo de algunos cuidados. "



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