Gerardo o la torre de las damas (fragmento)Enrique Larreta
Gerardo o la torre de las damas (fragmento)

"Efectivamente, entre un matorral de escoberas y cantuesos, separada de todas las demás y un poco en alto, con su sobradillo de tejas y su escalera labrada en la greda rojiza, se alzaba, bajo una cúpula de adobe, la guarida de Don Tejas, muy semejante a los nidos de barro que Gerardo había visto tantas veces en los árboles y en las cornisas de su país.
Una higuera en todo su verdor y llena de frutos pequeños todavía daba su sombra azul a un bíblico horno blanqueado, muy arrimado a la ermita.
Nucha bajó del automóvil y, sintiendo sobre ella los ojos de Gerardo, trepó la escalera con ágil elegancia. Una vez arriba, golpeó sin vacilar.
Después de un buen rato, en que Nucha y Gerardo estuvieron a punto de retirarse, se abrió la puerta y un hombre muy grande, con la tez de ese color reseco de los huesos amarillos que se encuentran en los osarios y una barba larga y muy negra, apareció en la penumbra, sin adelantarse del todo hasta el umbral y con un grueso garrote en la mano. Tenía los ojos enrojecidos, como si hubiera estado durmiendo.
Les hizo entrar.
Dos negros candiles de hierro y una vela de sebo alumbraban la tenebrosa espelunca, dejando ver, hacia el fondo, el jergón de hojas de maíz que servía de lecho.
Nucha, dándose por conocida, dijo quién era aquel amigo y el cargo que desempeñaba en la Alhambra. El ermitaño, meneando la cabeza afirmativamente, como si ya lo supiera, fijó en Gerardo sus ojos. "



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