Estética de la desaparición (fragmento) "En las primeras películas de los hermanos Lumiére se observa el poder de reflexión de los profusos trajes blancos que llevaban mujeres y niños, no sólo porque estaban de moda sino también porque satisfacían la preocupación por la higiene y el temor a las epidemias. Justamente cuando las modelos femeninas —recién liberadas del corsé— se retratan en las fotos de moda contra un fondo blanco, lo que permite por fin entrever las líneas de su cuerpo, en las pantallas se da el fenómeno inverso: nace el misterioso sistema de las stars, fundamental para la joven industria del espectáculo. Por definición, la star también debe ser fotogénica, los actores de ambos sexos abusan del polvo de arroz aplicado sobre rostro y cuerpo, se decreta que las morenas son «menos seductoras», y la moda de los cabellos platinados y los vestidos de lamé, tejido espejo de metal centelleante, tiene como finalidad hacer de la vedette un ser de formas inestables, diáfano, como si la luz atravesara su carne. Mas la película es en realidad transparente, y la estrella es sólo un espectro de absorción propuesto a la mirada del espectador. Como decía Michel Simon: «Lo que se entrevista es un fantasma.» El realizador Joseph Von Stenberg afirmaba que el rostro de la actriz era un paisaje con lagos, montañas, valles a través de los que la cámara viaja, y que su tarea como director consistía únicamente en iluminarlo. Como en el caso de Marey, el efecto de realidad es creado por la emisión luminosa, y la heteromorfía nace de las intensidades de la iluminación. No hay nada de raro en esto porque los grandes cineastas de comienzos de siglo reconocían la influencia de los pioneros. La nieta de Georges Méliés, Madeleine Malthéte-Méliés, contaba: «Cuando niña solía ver a mucha gente de cine que venía a pedir consejo a mi abuelo. René Clair, Marcel Carné, Cavalcanti, Gance, Walt Disney... " epdlp.com |