Historia de los francos (fragmento)San Gregorio de Tours
Historia de los francos (fragmento)

"En aquel tiempo muchas iglesias fueron tomadas (depredatae) por Clodoveo con su ejército, porque aún estaba envuelto por los fanáticos errores. Entonces, de cierta iglesia sustrajeron una jarra (urceum), de admirable magnitud y belleza, junto con los restantes ornamentos del ministerio eclesiástico. El obispo de la iglesia manda, en tanto, un enviado suyo al rey, solicitando que, si no merece recibir otro de los vasos sagrados, al menos recibiese su iglesia la jarra. Enterándose de esto el rey dijo al nuncio: "Síguenos hasta Soisssons, porque allí, reunidas las cosas adquiridas, serán divididas. Y cuando la suerte me dé (sors dederit mihi) aquel vaso que el Papa pide, cumpliré". Una vez llegados a Soissons, y la carga del botín adquirido puesta en medio (cunctum onus praedae in medio possitum), dijo el rey: "Os ruego, valientes guerreros, que al menos este vaso no me neguéis conceder fuera de la parte". Habiendo dicho esto el rey, aquellos cuya mente era más sana dijeron: "Todas las cosas que contemplamos, glorioso rey, son tuyas, y aún nosotros mismos estamos subyugados a tu dominio (tuo domino subiugati sumus). Ahora, lo que te parezca que hay que hacer, hazlo; pues nadie puede resistir tu poder (potestati)". Cuando estas palabras así habían dicho, uno cualquiera (levis), envidioso y ligero de genio (invidus ac facilis), levantando el hacha de doble filo golpea el vaso diciendo con gran voz: "Nada tomes sino lo que la suerte verdadera (sors vera) te conceda". Con esto todos quedaron estupefactos, el rey redujo su ofensa con la bondad de su paciencia y entregó la jarra al nuncio eclesiástico, conservando la herida recibida en su pecho. Transcurrido un año, ordenó (iussit) que toda la falange viniese con todo el conjunto de las armas, para mostrar el resplandor (nitorem) de estas armas en el Campo de Marte. Allí decide recorrer al conjunto y llega al que golpeara la jarra, al cual dice: "Ninguno lleva las armas tan descuidadas como tú; ni la lanza (hasta) ni la espada (gladius), ni el hacha (securis), te son útiles". Y agarrando su hacha la arrojó a la tierra. Y cuando aquel se hubiese inclinado un poco para recogerla, el rey, con las manos elevadas, hendió con su hacha la cabeza de aquél. "Así, dijo, tú hiciste a aquel vaso en Soissons". Muerto el cual ordenó retirarse a los demás, estableciendo en ellos un gran temor de sí. Emprendió muchas guerras y obtuvo muchas victorias. El décimo año de su reinado, hizo la guerra a los turingios, y los sometió a su autoridad.
Gondioc, rey de los Burgundios, del linaje del rey perseguidor Atanarico, de quien ya nos hemos ocupado más arriba, tenía cuatro hijos: Gondebaudo, Godegisilo, Chilperico y Godomer. Gondebaudo asesinó a su hermano Chilperico haciendo tirar al agua a la mujer, con una piedra al cuello, y exilió a las dos hijas; la mayor, que tomó el velo, se llamaba Crona; la menor, Clotilde. Con ocasión de una de las numerosas embajadas enviadas por Clodoveo a los burgundios, sus enviados encontraron a la joven Clotilde. Informaron a Clodoveo de la gracia y de la sabiduría que habían constatado en ella y de los informes que habían recibido acerca de su origen regio. Sin tardar, la pidió en matrimonio a Gondebaudo. Este, considerando las consecuencias de una negativa, la remitió a los enviados que se apresuraron en llevarla ante Clodoveo. Al verla el rey quedó encantado y la desposó, a pesar de que una concubina le había dado ya un hijo, Thierry. "



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