Los no lugares (fragmento)Marc Augé
Los no lugares (fragmento)

"Histórico, por fin, el lugar lo es necesariamente a contar del momento en que, conjugando identidad y relación, se define por una estabilidad mínima.
Por eso aquellos que viven en él pueden reconocer allí señales que no serán objetos de conocimiento.
El lugar antropológico, para ellos, es histórico en la exacta medida en que escapa a la historia como ciencia. Este lugar que han construido los antepasados ("Más me gusta la morada que han construido mis abuelos..."), que los muertos recientes pueblan de signos que es necesario saber conjurar o interpretar, cuyas potencias tutelares un calendario ritual preciso despierta y reactiva a intervalos regulares, está en las antípodas de los "lugares de la memoria" que Pierre Nora describe tan precisamente que en ellos podemos captar esencialmente nuestra diferencia, la imagen de lo que ya no somos.
El habitante del lugar antropológico vive en la historia, no hace historia. La diferencia entre estas dos relaciones con la historia es sin duda todavía, muy perceptible, por ejemplo para los franceses de mi edad que han vivido en la década de 1940 y han podido asistir en su pueblo (aunque éste no fuese más que un lugar de vacaciones) a la Fiesta de Dios, a los Ruegos o a la celebración anual de tal o cual santo patrón del terruño ordinariamente colocado en un nicho a la sombra de una capilla aislada: pues, si bien estos recorridos y estos recursos han desaparecido, su recuerdo no nos habla simplemente, como otros recuerdos de infancia, del tiempo que pasa o del individuo que cambia; efectivamente desaparecieron, o mejor dicho se han transformado.
Se celebra todavía la fiesta de tanto en tanto, para hacer como antes, como se resucita la trilla a la antigua cada verano; la capilla fue restaurada y se da allí a veces un concierto o un espectáculo. Esta puesta en escena no deja de producir algunas sonrisas perplejas o algunos comentarios retrospectivos en algunos viejos habitantes de la región: proyecta a distancia los lugares en los que ellos creían haber vivido día a día, mientras que se los invita hoy a mirarlos como un pedazo de historia.
Espectadores de sí mismos, turistas de lo íntimo, no podrían imputar a la nostalgia o a las fantasías de la memoria los cambios de los que da testimonio objetivamente el espacio en el cual continúan viviendo y que no es más el espacio en el que vivían.
Por supuesto, el estatuto intelectual del lugar antropológico es ambiguo. No es sino la idea, parcialmente materializada, que se hacen aquellos que lo habitan de su relación con el territorio, con sus semejantes y con los otros. Esta idea puede ser parcial o mitificada. Varía según el lugar que cada uno ocupa y según su punto de vista. Sin embargo, propone e impone una serie de puntos de referencia que no son sin duda los de la armonía salvaje o del paraíso perdido, pero cuya ausencia, cuando desaparecen, no se colma fácilmente. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com