Un domingo en el campo (fragmento)Pierre Bost
Un domingo en el campo (fragmento)

"Marie-Thérèse pensaba que era conmovedor ver a un padre y a un hijo llevarse tan bien. Y, muy contenta, cogió del brazo al señor Ladmiral para dar una vuelta por el jardín.
El jardín era grande, lleno de flores encantadoras, con altos árboles que se mecían ligeramente en una gloria solar. Los muros que lo delimitaban eran bajos, y tras ellos empezaba el campo, pronto acotado a un lado por el bosque. Al señor Ladmiral le encantaba su jardín y estaba orgulloso de él; lo había pintado cien veces; lo admiraba como a un tesoro. Ni una sola hortaliza se criaba en él, sólo flores y árboles. La menor cantidad posible de frutales; árboles de verdad.
Édouard había cogido el otro brazo de su padre. Caminaban los tres entre las flores, dando pasitos cortos. Édouard sintió que una bocanada de calor le subía al rostro, y comprendió que estaba emocionado. Miró a su padre, a su vera, un poco más bajito que él, y encorvado; veía, desde arriba, el cráneo rodeado de cabellos blancos formando una corona; sentía contra su brazo el brazo aún firme de su padre y el calor húmedo, desagradable, de la axila. Estaba un poco inquieto, no sabía por qué, y de pronto sintió que se le encogía el corazón, como si estuviera a punto de sobrevenirles una catástrofe. Instintivamente apretó el brazo cálido de aquel anciano como para sostenerlo, y aminoró la marcha. Acababa de pensar que su padre moriría; y no un día, como todo el mundo, sino pronto. Miró a su padre y, como eran dos los que lo llevaban del brazo, pensó que le costaba andar. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com