Icaria (fragmento)Uwe Timm
Icaria (fragmento)

"George le había dicho que las chicas se volvían locas por aquellas gafas de sol de aviador. Pilot’s goggles. Creen que la montura es de oro. Decía que las mujeres eran increíblemente fogosas. Y dispuestas a todo. El vencido se somete por completo. Eso alivia la conciencia. La derrota anula la moral. Hansen les preguntó a las dos mujeres a qué se dedicaban. Maestras infantiles. Flirteaban. Elogiaron su buen alemán. Hablaba alemán como un alemán. ¿O sería judío? Les gustaría conocer a alguno. ¿Cuándo había llegado a Europa? ¿Había combatido? La otra se rio, sacó una barra de carmín y una pequeña polvera del bolso y se repasó los labios. Hansen dijo: No, hoy no, se volvió a poner las gafas de sol, había quedado.
Esas dos sabían lo que se hacían, tenían práctica, quizá estaban a un paso de la prostitución profesional. Lo asombroso era, según George, que por el momento las enfermedades de transmisión sexual estaban muy poco extendidas.
Un hombre con un enorme adorno de pelo de gamuza en el sombrero se dirigió a Hansen en inglés, un inglés que este no entendió, el hombre pasó al alemán, le habló en dialecto bávaro de la Theatinerkirche, que también había recibido un impacto de bomba. Por suerte no le había dado a la cúpula de setenta y un metros de altura. Y el de la gamuza siguió hablando, con cada movimiento de la cabeza mostraba un detalle marrón plateado del sombrero, le habló de los Wittelsbach, el mausoleo en el que descansaban reyes, príncipes e incluso un emperador. Si la monarquía hubiera resistido, ese Hitler jamás de los jamases habría llegado al poder. Cuando los pardos ya tenían el ochenta por ciento en todo el Reich, había distritos donde el centro todavía obtenía más del treinta por ciento de los votos. Pero claro, dijo, ese buen partido católico firmó entonces la ley de plenos poderes y aupó definitivamente a Hitler. Un pecado que se expió internando a muchos miembros centristas en el campo de concentración de Osthofen. Los Wittelsbach también se oponían a los nazis. El príncipe Rupprecht tuvo que emigrar a Italia, las SS iban a detenerlo en 1944 pero pudo esconderse, en cambio su mujer y sus hijos acabaron en el campo de Dachau. La culpa de la guerra es de los prusianos.
Hansen quiso interrumpir la lección de historia monárquica, preguntó al hombre por el adorno de gamuza en su sombrero, y su portador se lanzó a explicar que era un trofeo de caza. El príncipe regente Leopoldo, que había asumido el cargo en lugar de su hermano Otón I, enfermo mental, también llevaba un adorno de pelo de gamuza como ese en el sombrero. El príncipe había sido un gran cazador que había abatido numerosos jabalís, ciervos, urogallos y gamuzas. Él mismo, dijo, había tenido el honor de acompañar al príncipe regente de caza como batidor, asintió zarandeando la densa borla de pelo. Para conseguir un trofeo de semejante tamaño era necesario haber abatido al menos veinte machos.
O sea, una especie de cabellera como la que llevan los indios sioux.
La comparación confundió al hombre. Si usted lo dice. En cualquier caso es importante que las gamuzas vengan de la vertiente norte de la montaña, donde los vientos ascendentes son especialmente fríos. El pelo se obtiene de la zona de la columna, de la franja del lomo de los machos. Esa raya está formada por solo unos pocos milímetros de las puntas, de color blanco grisáceo. Asintió y el adorno se agitó. El príncipe regente, qué tiempos aquellos. El reyezuelo Luis II exageró un poco con su manía de construir y con sus castillos. En cambio el príncipe regente se preocupó por la agricultura, por el cultivo de lúpulo, por los prados y el ganado y sobre todo por el bosque, y era cercano y popular, llevaba lederhosen y lazos en las pantorrillas. En su cumpleaños, todos los niños de Obersdorf recibían un bocadillo de salchicha, y los de tercero, medio litro de cerveza. Le encantaría enseñarle a Hansen el sarcófago del príncipe en el mausoleo pero los escombros todavía bloqueaban la entrada. Resulta que tenía el título de guía de la ciudad. No tendría Hansen un poco de tabaco para darle, se lo había dejado en casa. Y diciendo esto se sacó una pipa del bolsillo lateral de su chaqueta tradicional. Como se lo había pedido con tanta habilidad y dramatismo, Hansen le regaló el paquete de Camel con los cuatro o cinco cigarrillos que le quedaban y le prometió contratarlo como guía cuando tuviera tiempo. "



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