Y Tierno Galván ascendió a los cielos (fragmento)Francisco Umbral
Y Tierno Galván ascendió a los cielos (fragmento)

"A Jorge Guillén lo había conocido en Valladolid, años cincuenta, en una de sus venidas silenciosas. Me firmó entonces la edición definitiva de Cántico, que acababa yo de comprar, y no olvidaré nunca sus calcetines cortos, marrones y arrugados, que me hicieron pensar, en mi conciencia adolescente, que aquel individuo era un impostor que se hacía pasar por Jorge Guillén, por el poeta poderoso y luminoso que me había abierto el libro del mundo en grandes bloques de claridad, firmeza, hermosura, perduración y equilibrio. Guillén, el paisano, fue quien metió más luz y orden en mi adolescencia confusa y grisalla. Pero aquellos calcetines... Luego me escribió toda la vida: desde Estados Unidos, desde Italia, desde Málaga. Se veía que me leía (y me valoraba) mucho, no sé por qué. Volvimos a encontrarnos, en Madrid, siglos más tarde, en casa de su hijo Claudio. Por cierto que, después de muerto Guillén, Claudio me escribió un día una carta emocionante explicándome lo mucho que su padre hablaba de mí, y que sólo una vez me había formulado un reproche: «No se puede al mismo tiempo juzgar y jugar.» Yo pude haberle contestado a Claudio: tu padre, al entregarse a esa aliteración, está juzgando y jugando. Pero no valía la pena, porque Guillén ha sido una piedra de claridad y un aviso de rigor en mi vida, desde la adolescencia a esto que casi pudiéramos llamar ya la vejez.
Max Aub se presentó firmando ejemplares de su comedia No en Cult/Art. Cult/Art fue otra de las múltiples empresas transicionales y frustradas del mirífico Joaquín Ruiz-Giménez. Ruiz-Giménez es una gran figura histórica que está entre democristiano de los buenos tiempos y Virgen de Lourdes. De hecho, dicen que les llevaba agua de Lourdes, para sanarles, a los chicos peleones del SEU, cuando los grises de Franco les quebraban las alas de ángeles azules. Cult/Art acabó como boutique vaquera donde Eduardo Haro-Tecglen, el genio intelectual de la Resistencia y de la revista Triunfo, nunca encontraba su talla. Hoy, el sitio me parece que es una hamburguer. Max Aub era un señoruco bajo, extranjero, perrigato, feo y achinado. Una tarde nos leyó una comedia en un saloncillo de María Guerrero lleno de gente. Buero Vallejo escuchaba en silencio y Nuria Espert, siempre Estatua de la Libertad de izquierdas, le sostenía el flexo/antorcha a Max Aub. "



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