A mí, señoras mías, me parece (fragmento) "O sea que a menudo somos sólo un adorno. Adornamos la materia prima del hombre y de sus fábulas. La apoyamos, la constatamos, la hacemos más verdadera gracias incluso a nuestra misma irrealidad. En la galería totalmente consagrada a la gloria del Rey en que el Rosso a lo largo de ocho años inventó el maridaje del estuco con el fresco, nosotras somos el estuco. Soportes, consolas, columnas del argumento, incluso a veces acurrucadas debajo. Bajorrelieves o cariátides, frisos bordeando el cuadro, entre los hocicos de león y los bucráneos, las guirlandas de flores y las frutas, mezcladas. Vegetales, animales, damas con pies de cabra que hacen juego con los sátiros, volúmenes y líneas exacerbadas en torno al tema, trece veces para trece cuadros, como acompañamiento. Escolta del anfibio estirado que es el emblema del Rey, la salamandra, capaz de vivir en el fuego, posada sobre un brasero llamado paciencia, disparando la lengua. ¿Su divisa? Nutrisco et extinguo: lo alimento y lo apago. Para el hombre es una amenaza la piel, extremadamente tóxica, de la salamandra. Nosotras somos tóxicas, salvo así reconducidas a la belleza, a la esterilidad del estuco. Cuando, en la primavera de 1532, tocado con su gran boina, llegó de Mantua el gentil Primaticcio, os hizo salir enteras de ese invierno blanco y recobrar vuestra integridad. Pero de haber sido cosa entre las cosas vuestro cuerpo conservará siempre la gracia inconsolable. Y vuestros rostros, siempre, seguirán dando testimonio de una ausencia. Pienso en aquél, tan emblemático, de Penélope escuchando el relato que Ulises le está haciendo en un cuadro de Primaticcio. Dulce rostro de corderilla con el pelo arrollado en rodetes como cuernos de cordero de oro, los ojos sumergidos en el vacío fabuloso, y el alma escapándosele por las manos. " epdlp.com |