A la izquierda, donde está el corazón (fragmento)Leonhard Frank
A la izquierda, donde está el corazón (fragmento)

"Michael se incorporó y miró desde su abismo al empleado vivo de la funeraria, que estaba a los pies de la cama y que le expresó sus condolencias con la mirada y la voz antes de pasar a hablarle de negocios. Un año después, Michael todavía recordaría cómo incluso las condolencias profesionales del empleado de la funeraria habían provocado que se le saltaran las lágrimas. Todo Michael era una herida abierta, vivía y no podía vivir. Era una persona en la cuerda floja incapaz de alcanzar el techo salvador, la vida, y también de precipitarse hacia Lisa en la muerte. El crematorio estaba en un pequeño edificio blanco con cúpula. Sonaron las notas de un armonio invisible mientras el ataúd se hundía lentamente en las profundidades y la tapa se cerraba poco a poco sobre la abertura. Michael oyó el armonio, sabía lo que estaba ocurriendo. Sonó la última nota. Lisa era cenizas. Salió fuera, al sol, a la vida, que era una crueldad violenta y ciega. Entró en el dormitorio de Lisa, una habitación vacía con paredes. Allí estaba su cama blanca, inocentemente brutal. ¡Qué atrocidad que su cama aún estuviese ahí y ella ya no! Michael abrió el armario. Sollozando sin lágrimas, cogió un vestido. Los recuerdos se convirtieron en cuchillas. Tenía el cuerpo frío, exangüe, por el gélido dolor. Las semanas que había que vivir llegaban y pasaban, y no transcurría ni un minuto. Michael siguió al empleado del crematorio, que caminaba hacia la necrópolis con la urna de las cenizas en los brazos, hasta la pequeña tumba reciente. Dejó La partida de bandoleros y Die Ursache en la tumba para la urna de las cenizas. Qué acto tan terrible, qué horrible despedida. Michael se marchó. No había adonde ir. Él mismo era la cuchilla que constantemente se dirigía hacia su pecho. Tenía que sufrir lo que significa que la muerte sea irreparable. No se puede matar la pena, se tiene que sufrir, que penar, hasta el final, y se puede hacer porque la pena se alimenta constantemente, porque ella está muerta, ya no va a volver, nunca más, ella es cenizas, no es nada más, nunca más va a regresar. Michael debía experimentar que para él, el vivo, no existía nada sobre la tierra tan inabarcablemente terrible como lo irreparable de la muerte. Hay que soportarlo y es insoportable. Michael caminaba como un inválido, arqueado, totalmente inclinado hacia delante, con la vida a la espalda, una vida de la que ya no participaba de ningún modo. No veía ni oía nada por las calles, no podía comer ni estar con otras personas, ya no era un hombre, nada quedaba de él en él. Era la cáscara disecada de un hombre. No dormía, y cuando alguna vez se quedaba dormido, se despertaba con el peso del mundo sobre el pecho. "


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