De la Ilíada (fragmento)Rachel Bespaloff
De la Ilíada (fragmento)

"¿Ha habido alguien más clarividente en la ternura, más delicadamente preciso que Homero cuando nos dibuja el vínculo recíproco entre Tetis y Aquiles? Este hombre colérico, frenético y siempre ebrio de acción o de preocupaciones, tiene por madre a una diosa, una nereida de pies ligeros, cuya gracia la cubre de calma. En la gruta submarina donde vive con su anciano padre, Tetis sigue velando por su hijo. Desde el fondo «de los abismos marinos» o desde las cimas del Olimpo, se lanza hacia Aquiles para exhortarlo o apaciguarlo. El mismo amor ansioso que la convierte en una experta de la miseria humana la lleva también a menospreciar su propia condición de inmortal. Junto al terrestre Aquiles –semidiós por su fuerza, semibestia por su violencia–, Tetis deviene ella misma terrestre para sufrir y presentir mejor la muerte.
Qué encantadora es cuando, a la llamada de Zeus, se envuelve en su velo azul oscuro («ningún vestido más oscuro que ese había») y hiende la espesa ola. Los dioses la aman y la acogen con benevolencia. Atenea le cede su sitio al lado del padre Zeus. Hefesto se apresura a colmar todos sus deseos.
Pero ella huye de los olímpicos. Llorando sin cesar por su hijo condenado, «siempre presta a volar en su ayuda, lo mismo por las noches que por el día», teme la despreocupación de los dioses, que heriría «su duelo inolvidable», y rechaza mezclarse con ellos. No olvida que Zeus ha humillado en ella a la diosa al entregarla a Peleo, cuya amarga vejez pesa sobre su inmortal juventud. Tetis es mucho menos esposa de Peleo que hija del mar y madre de Aquiles. En este amor –que una doble amargura preserva de su lenta corrupción– se cumple su naturaleza humana y divina. Y este doble vínculo que la ata a los elementos cósmicos y a las pasiones humanas hace que se conjuguen en ella la existencia y la fábula. "



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